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¿Existe en el Universo un lugar circunscrito y destinado para sufrir las penas
y otro destinado para disfrutar los goces, según los méritos de cada uno?
Ya
hemos contestado a esta pregunta. Las penas y los goces son inherentes al grado
de perfección de los espíritus; cada uno toma de sí mismo el principio de su
propia felicidad o infelicidad; y como están por todas partes, ningún lugar
circunscrito está destinado para esos propósitos específicos de sufrir las
penas o disfrutar los goces. En cuanto a los espíritus encarnados, son más o
menos felices o infelices, según que el mundo donde habiten esté, en mayor o en
menor grado, adelantado.
─ Así,
pues, EL INFIERNO y EL PARAÍSO, ¿no existen tales como el hombre se los
representa?
Esas no
son más que figuras; en todas partes hay espíritus felices o infelices. No
obstante, según también hemos dicho, los espíritus de un mismo orden se reúnen
por simpatía o empatía; y cuando son perfectos, pueden reunirse donde quieran.
La localización ABSOLUTA de los lugares de castigos y recompensas no existe más que en la imaginación de los hombres, y proviene de la tendencia de éstos a materializar todo y a circunscribir las cosas, suya esencia infinita no pueden comprender.
─ ¿Qué
debemos entender por PURGATORIO?
Dolores
físicos y morales; el tiempo de purga o expiación. Casi siempre pasáis en La
Tierra vuestro purgatorio ─para utilizar esa palabra─ donde Dios os hace expiar
vuestras faltas.
Lo que el hombre llama EL PURGATORIO es también una figura por la que debe entenderse, no un lugar específico y determinado, sino el estado de los espíritus imperfectos que están expiando (purgando), hasta la purificación completa que ha de elevarlos a la categoría de Espíritus Bienaventurados. Operándose semejante purificación en las diversas encarnaciones, el purgatorio consiste en las pruebas de la vida corporal.
─ ¿A
qué se debe que espíritus que, por su lenguaje, revelan su superioridad, hayan
respondido a personas muy serias, respecto del infierno y del purgatorio,
conformándose a las ideas vulgarmente aceptadas?
Hablan
un lenguaje que comprenden las personas que los interrogan; cuando esas
personas están muy afectas a ciertas ideas, no quieren combatirlas bruscamente
para no ofender sus convicciones. Si prescindiendo de las condiciones
oratorias, un espíritu dijese a un musulmán que Mahoma no es tal profeta, sería
muy mal recibido.
─
Concíbese que suceda así en espíritus que quieran instruirnos; pero, ¿cómo
puede ser que espíritus a quienes se ha preguntado acerca de su suerte, hayan
contestado que sufrían los tormentos del infierno o del purgatorio?
Cuando
son Espíritus Inferiores y no están completamente desmaterializados, conservan
una parte de las ideas terrestres, especialmente las asociadas con la muerte y
sus consecuencias, y expresan sus impresiones en los términos que les son
familiares. Se encuentran en un centro que solo a medias les permite sondear el
porvenir, y esto es causa de que a menudo Espíritus Errantes, o recientemente
desprendidos, hablen como durante su vida lo hubiesen hecho. Infierno puede
traducirse por una vida de pruebas sumamente penosas, con la incertidumbre
acerca de un estado mejor; y, purgatorio, también por vida de prueba, pero con
conciencia de mejor porvenir. Cuando sufres un gran dolor, ¿no dices que sufres
como un condenado? Éstas no son más que palabras figuradas.
─ ¿Qué
debe entenderse por un alma en pena?
Un alma
errante que sufre, incierta de su porvenir y a la cual podéis procurar algún
alivio, que con frecuencia solicita cuando con vosotros se comunica.
─ ¿En
qué sentido debe entenderse la palabra CIELO?
¿Crees
tú que es un lugar, como los Campos Elíseos de los antiguos, en donde están
hacinados en desorden los espíritus buenos, sin más cuidado que el de saborear
perpetuamente una tranquilidad y una felicidad pasiva? No; es el espacio
universal, los planetas, las estrellas y todos los mundos superiores, donde
disfrutan los espíritus de todas sus facultades, sin sentir las tribulaciones
de la vida material, ni las angustias inherentes a la inferioridad.
─
Ciertos espíritus han dicho que habitan el cuarto o el quinto cielo, etcétera,
¿qué entienden por esto?
Vosotros
les preguntáis qué cielo habitan, porque vosotros tenéis la idea de muchos
cielos ordenados como los pisos de una casa o de un edificio, y ellos os
contestan acomodándose a vuestro lenguaje. Pero, para ellos, esas palabras de
cuarto o quinto cielo expresan es diferentes grados de purificación, y de dicha
por consiguiente. Sucede lo mismo que cuando se pregunta a un espíritu si está
en el infierno. Si él es infeliz, contestará afirmativamente, porque para él el
infierno es sinónimo de sufrimiento, pero sabe perfectamente que aquel no es un
horno. Un pagano hubiese dicho que estaba en el Tártaro.
Lo mismo sucede con otras expresiones análogas tales como las de ciudad de las flores, de los elegidos, primera, segunda o tercera esfera, etc.; que no son más que alegorías empleadas por ciertos espíritus, ya como figuras, ya por ignorancia a veces de la realidad de las cosas y aun de las más sencillas nociones científicas.
Según la idea estrecha que se tenía en otros tiempos de los lugares de penas y de recompensas, y sobre todo opinando que La Tierra era el centro del Universo, que el cielo formaba una bóveda y que existía una región de las estrellas; se colocaba el cielo en lo alto y el infierno en lo bajo, y de aquí las expresiones: subir al cielo, estar en lo más alto de los cielos, ser precipitado al infierno. Hoy que la ciencia ha demostrado que La Tierra solo es uno de los más pequeños mundos, sin importancia especial, entre todos tantos millones; que ha trazado la historia de su formación y descrito su constitución, y que ha probado que el espacio es infinito, y que en el Universo no hay arriba ni abajo; ha sido necesariamente forzoso desistir de colocar al cielo arriba y por encima de las nubes, y en los lugares bajos el infierno. En cuanto al purgatorio, ningún sitio se le había señalado.
Estaba reservado al Espiritismo el dar de todas esas cosas la explicación más racional, más grandiosa y, al mismo tiempo, más consoladora para la humanidad. Así, pues, podemos decir que en nosotros mismos llevamos nuestro infierno y nuestro paraíso; nuestro purgatorio lo hallamos en nuestra encarnación, en nuestras vidas corporales o físicas.
─ ¿En
qué sentido deben entenderse estas palabras de Cristo: "Mi reino no es de
este mundo"?
Respondiendo
así Cristo, hablaba en sentido figurado. Quería decir que él no reina más que
en los corazones puros y desinteresados. Él está por toda parte donde domina el
amor al bien; y los hombre ávidos de las cosas materiales del mundo y apegados
a los bienes de La Tierra, no están con él.
─
¿Podrá establecerse algún día en La Tierra el reino del bien?
El bien
reinará en La Tierra, cuando entre los espíritus que vengan a habitarla, los
buenos se sobrepongan a los malos, y entonces harán reinar en ella el amor y la
justicia que son el origen del bien y de la felicidad. Por el progreso moral y
por la práctica de las leyes de Dios, atraerá el hombre a La Tierra a los
espíritus buenos, y alejará a los malos; pero éstos no la abandonarán hasta que
el hombre no destierre el orgullo, la envidia y el egoísmo.
La
transformación de la humanidad ha sido predicha, y vosotros tocáis el momento
de aquella, que apresuran todos los hombres que favorecen el progreso. La
transformación se verificará por medio de la encarnación de los espíritus
mejores que constituirán en La Tierra una nueva generación. Entonces los
espíritus de los malos, a quienes la muerte hiere diariamente, y todos los que
intentan detener la marcha de las cosas, serán excluidos de la tierra, porque
estarán fuera de su centro entre hombres de bien cuya felicidad perturbarán.
Irán a otros mundos menos adelantados, a cumplir misiones penosas donde podrán
trabajar para su propio mejoramiento, al mismo tiempo que para el de sus
hermanos más atrasados aún. ¿No veis en esa exclusión de La Tierra
transformada, la sublime figura del paraíso perdido, y en el hombre venido a La
Tierra en semejantes condiciones, y llevando consigo mismo el germen de sus
pasiones y los vestigios de su inferioridad primitiva, la no menos sublime
figura del PECADO ORIGINAL? El pecado original, desde el punto de vista
considerado, arranca de la naturaleza aún imperfecta del hombre, que así solo
es responsable de sí mismo y de sus propias faltas, y no de la de sus padres.
Vosotros todos, los hombres de
fe y buena voluntad, trabajad, pues, con eficacia y ánimo en la gran obra de la
regeneración, porque recogeréis centuplicado el grano que hayáis sembrado.
Infelices de los que cierran los ojos a la luz, pues se preparan largos siglos
de tinieblas y desengaños; infelices los que cifran todos sus goces en los
bienes de este mundo, pues sufrirán más privaciones que goces hayan tenido; infelices
sobre todo los egoístas, pues no encontrarán quien les ayude a llevar la carga
de sus miserias.