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22.5.13

LEY DE CONSERVACIÓN ─ Instinto de conservación ─ Medios de conservación ─ Goces de los bienes terrestres ─ Necesario y superfluo ─ Privaciones voluntarias (auto mortificaciones)

INSTINTO DE CONSERVACIÓN

─ ¿El instinto de conservación es una ley natural?

Sin duda. Ha sido dada a todos los seres vivientes, cualquiera que sea su grado de inteligencia. En los unos, es puramente maquinal, y en los otros, racional.

─ ¿Con qué objetivo ha dado Dios a todos los seres vivientes el instinto de conservación?

Porque todos deben concurrir a las miras de la Providencia, y por esto Dios les ha dado la necesidad de vivir. Y, además, la vida es necesaria al perfeccionamiento de los seres, que lo sienten instintivamente sin darse cuenta de ello.

MEDIOS DE CONSERVACIÓN

─ Al dar Dios al hombre la necesidad de vivir, ¿le ha proporcionado siempre los medios?

Sí, y si no los encuentra, es porque no los comprende. Dios no ha podido dar al hombre la necesidad de vivir sin proporcionarle los medios, y por esto hace producir a la tierra lo que es necesario a todos sus habitantes; porque solo lo necesario es útil, lo superfluo no lo es nunca.

─ ¿Por qué la tierra no produce siempre lo bastante para proporcionar lo necesario al hombre?

Es porque el hombre ─ingrato─ la descuida y, sin embargo, es una excelente madre. Con frecuencia también el hombre acusa a la Naturaleza de lo que es efecto de su impericia o de su imprevisión. La tierra produciría siempre lo necesario, si el hombre supiese contentarse con ello. Si no basta a todas las necesidades, es porque el hombre emplea en lo superfluo lo que pudiera darse a lo necesario. Mira al árabe del desierto, siempre encuentra con qué vivir, porque no se crea necesidades ficticias; pero cuando la mitad de los productos se malbarata en satisfacer caprichos, ¿debe admirarse el hombre de no encontrar nada al día siguiente? y ¿tiene razón para quejarse de encontrarse desprovisto cuando viene el tiempo de la escasez? En verdad os digo que no es la Naturaleza la imprevisora, sino el hombre que no sabe gobernarse.

─ ¿Los bienes de la tierra no se reducen más que a los productos del suelo?

El suelo es el origen primero de donde emanan todos los otros recursos; porque en definitiva estos no son más que una transformación de los productos del suelo, y de aquí que por bienes de la tierra deben entenderse todos aquellos de que el hombre puede gozar en este mundo.

─ Con frecuencia faltan a ciertos individuos los medios de subsistencia, aún en medio de la abundancia que les rodea, ¿de quién deben quejarse?

Del egoísmo de los hombres, quienes no siempre hacen lo que deben, y luego y lo más frecuente, de ellos mismos. Buscad y encontraréis; estas palabras no quieren decir que basta con mirar al suelo para encontrar lo que se desea, sino que ha de buscar con ardor y perseverancia, y no con pereza, sin desanimarse ante los obstáculos que con mucha frecuencia no son más que medios de poner a prueba vuestra constancia, paciencia y firmeza.
Si la civilización multiplica las necesidades, multiplica también los orígenes del trabajo y los medios de vivir; pero preciso es convenir en que, bajo este aspecto, mucho le resta aún por hacer. Cuando haya redondeado su obra, nadie podrá decir que carece de lo necesario, a no ser por culpa suya. La inteligencia de muchos consiste en que van por un camino que no es el que les ha trazado la Naturaleza, y entonces es cuando les falta inteligencia para llegar al término. Para todos hay lugar, pero con la condición de que cada uno ocupe el suyo, y no el de los otros. La Naturaleza no puede ser responsable de los vicios y de la organización social y de las consecuencias de la ambición y del amor propio.
Preciso es, sin embargo, ser ciego para no conocer el progreso realizado bajo este aspecto en los pueblos más adelantados. Gracias a los laudables esfuerzos que la filantropía y las ciencias reunidas no cesan de hacer para el mejoramiento del estado material de los hombres, y a pesar del acrecentamiento incesante de las poblaciones, es atenuada la insuficiencia de la producción, en gran parte por lo menos; y los años más calamitosos no tienen comparación con los de otros tiempos. Además, en todas partes se aprovecha la ciencia para el acrecentamiento del bienestar. ¿Quiere esto decir que se haya llegado a la perfección? ¡Oh! Ciertamente que no; pero lo que se hace da la medida de lo que puede hacerse con perseverancia, si el hombre es bastante prudente para buscar su dicha en las cosas positivas e importantes, y no en utopías que le retrasan en vez de adelantarle.
─ ¿No hay posiciones en las que los medios de existencia no dependan en modo alguno de la voluntad del hombre, y la privación de los más indispensablemente necesarios sea consecuencia de la fuerza de las cosas?

Es una prueba con frecuencia cruel que debe sufrir el hombre y a la cual sabía que estaría expuesto, y su mérito consiste en someterse a la voluntad de Dios, si su inteligencia no le ofrece medio alguno de salir del apuro. Si debe morir, ha de resolverse sin murmurar, pensando que le ha llegado la hora de la verdadera libertad y que la desesperación del último momento puede hacerle perder el fruto de su resignación.

─ Los que en ciertas situaciones críticas, se han visto precisados a sacrificar a sus semejantes para alimentarse con ellos, ¿han cometido un crimen? y, siendo así, ¿es atenuado por la necesidad de vivir que da el instinto de conservación?

Ya he respondido, diciendo que lo más meritorio es sufrir todas las pruebas de la vida con dolor y abnegación. Existe un homicidio y un crimen de lesa naturaleza, faltas que deben ser castigadas.

─ En los mundos en donde está más depurada la organización, ¿tienen necesidad de alimentación los seres vivientes?

Sí, pero su alimentación está en relación con su naturaleza. Estos alimentos no serían bastante sustanciosos para vuestros estómagos groseros, lo mismo que esos seres no podrán digerir los vuestros.

GOCES DE LOS BIENES TERRESTRES

─ ¿Tienen derecho todos los hombres a usar los bienes de la tierra?

Este derecho es resultante de la necesidad de vivir. Dios no puede haber impuesto una necesidad sin haber dado los medios de satisfacerla.

─ ¿Con qué objetivo ha dado Dios atractivos a los goces de los bienes materiales?

Para estimular al hombre al cumplimiento de su misión, y también para probarle por medio de la tentación.

─ ¿Qué objetivo tiene una tentación?

Desarrollar su razón que debe preservarle de los excesos.
Si el hombre no hubiese sido excitado al uso de los bienes de la tierra más que con la mira de su utilidad, su indiferencia hubiera podido comprometer la armonía del Universo. Dios le ha dado el atractivo del placer que le incita al cumplimiento de las miras de la Providencia. Pero, por este mismo atractivo, Dios ha querido además probarle con la tentación que le arrastra al abuso, de que su razón ha de preservarle.
─ ¿Los goces tienen límites fijados por la naturaleza?

Sí, para indicarnos el límite de lo necesario; pero con vuestros excesos llegáis a la saciedad y vosotros mismos os castigáis.

─ ¿Qué hemos de pensar del hombre que busca en los excesos de todas clases un refinamiento de sus goces?

¡Pobre naturaleza, que debe compadecerse y no envidiarse, porque está muy cercana a la muerte!

─ ¿Se acerca a la muerte física o a la moral?

A ambas.
El hombre que busca en los excesos de todas clases un refinamiento de los goces, se hace inferior al bruto; porque este sabe limitarse a la satisfacción de la necesidad. Desiste así el hombre de la razón que Dios le ha dado por guía, y mientras mayores son sus excesos, mayor imperio da a su naturaleza animal sobre la espiritual. Las enfermedades, los achaques, la misma muerte, consecuencia de los abusos, son al mismo tiempo castigo de la transgresión de la ley de Dios.
NECESARIO Y SUPERFLUO

─ ¿Cómo puede conocer el hombre el límite de lo necesario?

El prudente lo conoce por intuición, y muchos por experiencia adquirida a sus expensas.

─ ¿La Naturaleza no ha trazado límites a nuestras necesidades por medio de nuestra organización?

Sí, pero el hombre es insaciable. La Naturaleza ha trazado el límite de sus necesidades por medio de su propia organización; pero los vicios han alterado su constitución y le han creado necesidades que no son reales.

─ ¿Qué debe pensarse de los que amontonan bienes terrestres para conseguir lo superfluo, en perjuicio de los que carecen de lo necesario?

Infringen la ley de Dios y habrán de responder por las privaciones que hayan hecho sufrir.
El límite de lo necesario y de lo superfluo nada tiene de absoluto. La civilización ha creado necesidades de las cuales carece el salvaje. Los espíritus que han dictado estos preceptos no pretenden que el hombre civilizado deba vivir como el salvaje. Todo es relativo, y a la razón le corresponde hacer la justa distribución. La civilización desarrolla el sentido moral y al mismo tiempo el sentimiento de caridad que induce a los hombres a prestarse mutuo apoyo. Los que viven a expensas de las privaciones de los otros, explotan en provecho suyo, los beneficios de la civilización, o sea que de civilizados no tienen sino el barniz.
PRIVACIONES VOLUNTARIAS (MORTIFICACIONES)

─ ¿La ley de conservación obliga a atender a las necesidades del cuerpo?

Sí, pues sin fuerza y salud, es imposible trabajar.


─ ¿Es censurable que el hombre busque el bienestar?


El bienestar es un deseo natural, y Dios no prohíbe más que el abuso, porque este es contrario a la conservación. No mira como un crimen el que se busque el bienestar, si no es adquirido a expensas de otro, y si no ha contribuido a mermar vuestras fuerzas morales y físicas.

─ Las privaciones voluntarias con la mira de una reparación voluntaria también, ¿tienen mérito ante Dios?

Haced bien a los otros y tendréis más mérito.

─ ¿Hay privaciones voluntarias que son meritorias?

Sí, la privación de los goces inútiles; porque desprende al hombre de la materia y eleva su alma. Lo meritorio es, resistir a la tentación que incita a los excesos o al goce de las cosas inútiles. Una privación buena es disminuir lo necesario para dar a los que no tienen bastante. Si la privación no es más que un vano simulacro, es una mofa.

─ La vida de mortificaciones místicas ha sido practicada desde antiguos tiempos y en diferentes pueblos, ¿es meritoria bajo algún aspecto?

Preguntad a quien aprovecha y tendréis la contestación. Si no aprovecha más que al que la realiza y le impide hacer el bien, es egoísmo cualquiera que sea su pretexto. La verdadera mortificación, según la caridad cristiana, consiste en privarse y en trabajar por los otros.

─ ¿Está fundada en la razón la abstención de ciertos alimentos prescrita en diversos pueblos?

Todo aquello de que pueda alimentarse el hombre sin perjuicio de su salud, está permitido; pero los legisladores han podido prohibir ciertos alimentos con un fin útil y, para dar más crédito a sus leyes, las han presentado como emanadas de Dios.

─ ¿La alimentación animal es contraria en el hombre a la ley natural?

En vuestra constitución física la carne alimenta a la carne; pues, de otro modo, el hombre se deterioraría. La ley de conservación constituye al hombre con el deber de mantener sus fuerzas y su salud para realizar la ley del trabajo. Debe, pues, alimentarse según lo exija su constitución.

─ ¿Es meritoria la abstención de la alimentación animal o de otra clase por vía de expiación (arrepentimiento)?

Si se priva por los otros, sí; pero Dios no puede fijarse en la mortificación cuando no existe privación seria y útil. De aquí que digamos que son hipócritas los que solo se privan en apariencia.

─ ¿Qué debemos pensar de las mutilaciones del cuerpo del hombre o de los animales?

¿A qué semejante pregunta? Preguntad otra vez si una cosa es útil. Lo inútil no puede ser agradable a Dios, y lo nocivo le es siempre desagradable; porque, sabedlo, Dios es sensible únicamente a los sentimientos que hacia él elevan las almas practicando su ley, y no violándola, podéis sacudir vuestra materia terrestre.

─ Si los sufrimientos de este mundo nos elevan según el modo como se soportan, ¿nos elevamos por los que voluntariamente nos creamos?

Los únicos sufrimientos que elevan son los naturales, porque proceden de Dios; los sufrimientos voluntarios para nada sirven cuando ningún bien reportan a los otros. ¿Crees tú que los que acortan su vida con rigores sobrehumanos, como los bonzos que se incineran vivos, los fakires y ciertos fanáticos de muchas sectas, adelantan en su camino? ¿Por qué no trabajan mejor en bien de sus semejantes? Que vistan al indigente, que consuelen al que llora, que enseñen al ignorante, que trabajen por el enfermo, que sufran privaciones para aliviar a los infelices, y entonces su vida será útil y agradable a Dios. Cuando en los sufrimientos voluntarios que se experimentan, no se mira más que a sí mismo, es egoísmo; cuando se sufre por los otros, es caridad. Estos son los preceptos de Cristo.

─ Si no se deben crear sufrimientos voluntarios, que no tengan utilidad alguna para los demás, ¿se debe procurar preservarse de los que se prevén o amenazan?

El instinto de conservación ha sido dado a todos los seres contra los peligros y sufrimientos. Castigad vuestro espíritu y no vuestro cuerpo, mortificad vuestro orgullo, ahogad vuestro egoísmo semejante a una serpiente que os roe el corazón, y haréis más por vuestro adelanto que no con rigores que ya no son de esta época.