─ Si en punto a inteligencia comparamos al hombre y a los
animales, parece difícil de establecer la línea demarcatoria; porque ciertos
animales, bajo aquel aspecto, son notoriamente superiores a ciertos hombres.
¿Semejante línea puede ser establecida con precisión?
Acerca de este punto no están muy acordes vuestros filósofos,
queriendo los unos que el hombre sea un animal y otros que el animal sea un
hombre. Todos se equivocan; el hombre es un ser especial que se rebaja mucho a
veces o que puede elevarse también mucho. En lo físico, el hombre es como los
animales, y está mucho menos provisto que muchos de ellos, pues La Naturaleza
ha dado a los animales todo lo que aquel se ve obligado a inventar con su
inteligencia para su conservación y satisfacción de sus necesidades. Su cuerpo
se destruye como el de los animales, es cierto; pero su espíritu tiene un
destino, que sólo él puede comprender; porque solo él es completamente libre.
¡Pobres hombres que os rebajáis hasta el nivel de brutos! ¿No sabéis
distinguiros de los animales?
─ ¿Puede decirse que los animales no obran más que por
instinto?
He aquí otro de vuestros sistemas. Cierto es que el instinto
domina a la mayor parte de los animales; ¿pero no ves que los hay que obran con
voluntad determinada? Tienen, pues, inteligencia, pero limitada.
Además del instinto, no podría negarse a ciertos animales actos combinados, que denotan su voluntad de obrar en un sentido determinado y según las circunstancias. Hay, pues, en ellos una especie de inteligencia; pero cuyo ejercicio está más exclusivamente concentrado en los medios de satisfacer sus necesidades físicas y de atender a su conservación. En ellos nada de creación se ve, nada de mejoramiento. Cualquiera que sea el arte que en sus trabajos admiremos, lo que antes hacían, lo hacen actualmente, ni mejor, ni peor, siguiendo formas y proporciones constantes e invariables. El pequeñuelo, alejado de los de su especie, no deja de construir su nido conforme al mismo modelo, sin haber recibido instrucción alguna. Si algunos son susceptibles de cierta educación, su desarrollo intelectual, siempre encerrado en estrechos límites, débese a la acción del hombre sobre una naturaleza flexible; porque no tienen ningún progreso propio, y aún aquel es efímero y puramente individual, pues el animal abandonado a sí mismo, no tarda en regresar a los límites marcados por La Naturaleza.
─ ¿Los animales tienen un lenguaje?
Si quieres decir un lenguaje formado de palabras y de
sílabas, no; pero un medio de comunicarse, sí; y se dicen muchas más cosas de
las que vosotros creéis. Su lenguaje, empero, está limitado, como sus ideas, a
sus necesidades.
─ Hay animales que carecen de voz, ¿estos no tienen
lenguaje?
Se comprenden por otros medios. ¿No tenéis vosotros más que
la palabra para comunicaros? ¿Qué dicen de los mudos? Dotados los animales de
la vida de relación, tienen medios de advertirse y de manifestar las
sensaciones que experimentan. ¿Crees que los peces no se entienden entre sí? El
hombre no tiene el privilegio exclusivo del lenguaje; pero el de los animales
es instintivo y está limitado por el círculo de sus necesidades e ideas, al
paso que el hombre es perfectible y se presta a todas las concepciones de su
inteligencia.
En efecto, los peces que emigran en masa, como las golondrinas que obedecen al golondrina macho que las guía, deben tener medios de avisarse, entenderse y concretarse. Acaso lo hagan a merced de una vista más penetrante que les permite distinguir las señales que se hacen; acaso el mismo agua sea un vehículo que les permite transmitirse ciertas vibraciones. Cualquiera que sea, es incontestable que tienen un medio rápido de entenderse, lo mismo que todos los otros animales privados de la voz y que actúan o trabajan en comunidad. Y después de esto, ¿hemos de admirarnos de que los espíritus puedan comunicarse entre sí, sin el empleo de las palabras articuladas?
─ ¿Los animales tienen el libre albedrío de sus actos?
No son simples máquinas, como creéis vosotros; pero su
libertad de acción está limitada a sus necesidades, y no puede compararse con
las del hombre. Siendo bastante inferiores a él, no tienen los mismos deberes.
Su libertad está restringida a los actos de la vida material.
─ ¿De dónde procede la actitud de ciertos animales para
imitar el lenguaje del hombre, y por qué semejante aptitud se observa más en
las aves que en los monos, por ejemplo, cuya conformación es la más parecida a
la de aquél?
Es solo ordenación particular de los órganos de la voz,
secundada por el instinto de imitación. El mono imita los gestos; y ciertas
aves, la voz.
─ Puesto que los animales tienen una inteligencia que les da
cierta libertad de acción, ¿existe en ellos un principio independiente de la
materia?
Sí, y sobrevive al cuerpo.
─ ¿Este principio es un alma semejante a la del hombre?
Sí así lo queréis llamar, también es un alma, esto depende
del sentido que se dé a esta palabra; pero es inferior a la del hombre. Del
alma de los animales a la del hombre, va tanta diferencia como del alma de los
humanos a Dios.
─ ¿El alma de los animales conserva, después de la muerte,
su individualidad y conciencia de sí misma?
Su individualidad, sí; pero no la conciencia de su yo. La
vida inteligente permanece en estado latente.
─ ¿El alma de las bestias tiene elección para encarnarse con
preferencia en un animal que en otro?
No, pues no tiene libre albedrío.
─ Sobreviviendo al cuerpo el alma del animal, ¿está después
de la muerte, en un estado errante, como la del hombre?
Es una especie de erraticidad, porque no está unida a un
cuerpo, pero no es un espíritu errante. El espíritu errante es un ser que
piensa y obra por su libre voluntad; el de los animales no tiene la misma
facultad. La conciencia de sí mismo es el atributo principal del espíritu. El
espíritu del animal es clasificado después de la muerte por los espíritus, que
de ellos están encargados, y casi enseguida utilizados. No tiene tiempo de
ponerse en relación con otras criaturas.
─ ¿Siguen esas almas de esos animales y esos animales una
ley progresiva como el hombre?
Sí, y por esto en los mundos superiores, donde están más
adelantados los hombres, lo están también los animales que tienen medios más
desarrollados de comunicación; pero son siempre inferiores y están sometidos al
hombre. Son sus servidores inteligentes.
Nada hay en esto de extraordinario. Supongamos a nuestros más inteligentes animales, al caballo, al perro, al elefante, dotados de una conformación apropiada a los trabajos manuales, ¿qué cosas no harían bajo la dirección del hombre?
─ ¿Los animales progresan, como el hombre, en virtud de su
voluntad o por la fuerza de las cosas?
Por la fuerza de las cosas, y por esto no existen castigos,
pruebas, ni expiación para ellos.
─ ¿En los mundos superiores conocen a Dios los animales?
No; el hombre es para ellos un dios, como en otro tiempo los
espíritus fueron dioses para el hombre.
─ Siendo siempre inferiores al hombre los animales, aunque
perfeccionados en los mundos superiores, resultaría que Dios ha creado seres
intelectuales perpetuamente condenados a la inferioridad, lo que parece no
estar conforme con la unidad de miras y de progreso que en todas sus obras se
observa.
Todo se encadena en La Naturaleza por lazos que no podéis
ver aún, y las cosas en apariencia más disparatadas tienen puntos de contacto
que nunca llegará a comprender el hombre de su actual estado. Podrá entreverlas
por un esfuerzo de su inteligencia, pero solo cuando ésta haya adquirido todo
su desarrollo y se haya emancipado de los prejuicios del orgullo y de la
ignorancia, entonces podrá ver claramente la obra de Dios. Hasta entonces sus
ideas limitadas le harán ver las cosas bajo un aspecto mezquino y restringido.
Entended bien que Dios no puede contradecirse, y que en La Naturaleza todo se armoniza
por medio de leyes generales, que nunca se separan de la sublime sabiduría del
creador.
─ ¿La inteligencia es, pues, una propiedad común, un punto
de contacto entre el alma de las bestias y la del hombre?
Sí; pero los animales solo tienen la inteligencia de la vida
material. En el hombre la inteligencia da la vida moral.
─ Si se consideran todos los puntos de contacto que existen
entre el hombre y los animales, ¿no pudiera creerse que el hombre posee dos
almas: el alma animal y el alma espírita, y que si no contase con esta última,
podría vivir pero como el bruto; o dicho de otro modo, que el animal es un ser
semejante al hombre, exceptuando el alma espírita? ¿Y de aquí resultaría que
los instintos buenos y malos del hombre serían efecto del predominio de una de
estas dos almas?
No. El hombre no tiene dos almas, sino que el cuerpo tiene
sus instintos que son resultado de la sensación de los órganos. Sólo existe en
él una naturaleza doble: la animal y la espiritual. Por el cuerpo participa de
la naturaleza de los animales y de sus instintos; por su alma de la de los
espíritus.
─ Así, pues, además de sus propias imperfecciones de que ha
de despojarse el espíritu del hombre, ¿debe luchar también con la influencia de
la materia?
Sí; y mientras más inferior es, más estrechos son los lazos
entre el espíritu y la materia. ¿Acaso no lo estáis viendo? El hombre no tiene
dos almas, pues ésta es siempre única en un solo ser. El alma del animal y la
del hombre son distintas entre sí, de modo que el alma de uno no puede animar
el cuerpo credo para el otro. Pero si el hombre no tiene alma animal que le
ponga en sus pasiones al nivel de los animales, tiene el cuerpo que con frecuencia
le rebaja hasta ellos; porque el cuerpo es un ser dotado de vitalidad que tiene
instintos, pero ininteligentes y limitados al cuidado de su conservación.
Encarnándose el espíritu en el cuerpo del hombre, le trae el principio intelectual y moral que le hace superior a los animales. Las dos naturalezas que en el hombre existen dan a sus pasiones dos orígenes diferentes: provienen las unas de los instintos de la naturaleza animal, y las otras de las impurezas del espíritu encarnado que simpatizan, en mayor o menor grado, con los groseros apetitos animales. Purificándose el espíritu, se emancipa poco a poco de la influencia de la materia. Bajo semejante influencia, se aproxima al bruto; y, libre de ella, se eleva a su verdadero destino.
─ ¿De dónde toman los animales el principio inteligente que
constituye la especie particular del alma de que están dotados?
Del elemento inteligente universal.
─ La inteligencia del hombre y la de los animales, ¿emanan,
pues, de un principio único?
Sin duda alguna; pero en el hombre ha experimentado una
elaboración que la hace superior a la que anima al bruto.
─ Por respuestas anteriores, se ha dicho que el alma del
hombre en su origen, es comparativamente como el estado de infancia en la vida
corporal, que apenas destella su inteligencia y que se ensaya en la vida;
¿dónde pasa el espíritu del hombre por esa primera fase?
Es una serie de existencias que precede al periodo que
llamáis humanidad.
─ ¿Parece, pues, que alma del hombre ha sido el principio
inteligente de los seres inferiores de la creación?
¿No hemos dicho que todo se encadena y tiende a la unidad de
La Naturaleza? En esos seres que estáis muy lejos de conocerlos en su
totalidad, se elabora el principio inteligente, se individualiza poco a poco y
se ensaya en la vida, como hemos dicho. Este es, hasta cierto punto, un trabajo
preparatorio como el de la germinación, después del cual el principio
inteligente experimenta una transformación y se convierte en espíritu. Entonces
empieza para él el periodo de la humanidad, y con él la conciencia de su
porvenir, la distinción del bien y del mal y la responsabilidad de sus actos,
como, por ejemplo, después del periodo de la infancia viene el de la
adolescencia, luego la juventud y, en fin, la edad madura. Por lo demás, nada
de humillante tiene este origen para el hombre. ¿Se creen humillados los
grandes genios por haber sido fetos sin forma definida en el seno de su madre?
Si algo debe humillarle, es su inferioridad ante Dios, y su impotencia para
sondear la profundidad de sus designios y la sabiduría de las leyes que
arreglan la armonía del Universo. En esa admirable armonía que hace que todo
sea solidario en La Naturaleza, reconoced la grandeza de Dios. Creer que haya
podido hacer algo sin objeto y crear seres inteligentes sin provenir, sería
blasfemar de su bondad, que se extiende a todas sus criaturas.
─ ¿Ese periodo de la humanidad empieza en nuestra Tierra?
La Tierra no es el primer punto de partida de la primera
encarnación humana. El periodo de la humanidad empieza en mundos más inferiores
aún; lo cual, sin embargo, no es una regla absoluta, y podría ser que un
espíritu, desde su principio humano, fuese apto para vivir en La Tierra. Este
caso no es frecuente y constituye más bien una excepción.
─ ¿El espíritu del hombre tiene, después de la muerte,
conciencia de las existencias que han precedido a su periodo de humanidad?
No; porque no es en esa etapa que empieza para él la vida
del espíritu, y difícilmente se acuerda de sus primeras existencias ya en el periodo
de humanidad. Lo mismo, el hombre no se acuerda de los primeros tiempos de su
infancia y, menos aún, del tiempo que ha pasado en el seno de su madre. He aquí
por qué os dicen los espíritus que no saben cómo han principiado.
─ Una vez entrado en el periodo de la humanidad el espíritu,
¿conserva vestigios de lo que era anteriormente; es decir, del estado en que se
encontraba en el periodo que podría llamarse ante-humanidad o pre-humanidad?
Según la distancia en tiempo que separa los dos periodos y
el progreso realizado. Durante algunas generaciones, puede haber un reflejo en
mayor o en menor grado pronunciado del estado primitivo; porque nada se
verifica en la naturaleza por transición brusca. Siempre existen eslabones que
sirven de transformaciones y que ligan las extremidades de la serie de seres y
acontecimientos; pero semejantes vestigios se borran con el desarrollo del
libre albedrío. Los primeros progresos se realizan lentamente; porque no están
aún secundados por la voluntad, y van adquiriendo una progresión más rápida a
medida que el espíritu adquiere más perfecta conciencia de sí mismo.
─ ¿Se han engañado, pues, los espíritus que han dicho que el
hombre es un ser excepcional en el orden de la creación?
No;
pero la cuestión no había sido desenvuelta y hay, por otra parte, cosas que
solo a su tiempo deben llegar. El hombre es, en efecto, un ser excepcional,
porque tiene facultades que le distinguen de todos los otros y tiene otro
destino. La especie humana es la que Dios ha elegido para encarnación de los
seres que pueden comprenderle.