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19.5.13

LEY DEL PROGRESO ─ Estado natural ─ Marcha del progreso ─ Pueblos degenerados ─ Civilización ─ Progreso de la legislación humana ─ Influencia del espiritismo en el progreso

ESTADO NATURAL

─ ¿Son una misma cosa el estado natural y la ley natural?

No; el estado natural es el estado primitivo. La civilización es incompatible con el estado natural, mientras que la ley natural contribuye al progreso de la Humanidad.
El estado natural es la infancia de la Humanidad y el punto de partida de su desarrollo intelectual y moral. Siendo imperfecto el hombre y llevando en sí el germen de su mejoramiento, no está destinado a vivir perpetuamente en estado natural, como no está destinado a vivir perpetuamente en la infancia. El estado natural es transitorio y el hombre sale de él por medio del progreso y de la civilización. La ley natural, por el contrario, rige a la Humanidad entera, y el hombre se mejora a medida que la comprende y practica mejor.
─ Teniendo el hombre menos necesidades en estado natural, no siente todas las tribulaciones que se crea en estado más adelantado; ¿qué debe pensarse de la opinión de los que miran a aquél como el de más perfecta felicidad en La Tierra?

¿Qué quiere que te diga? Es la felicidad del bruto; y, desde luego que hay gentes que no comprenden otras. Eso es ser feliz a la manera de las bestias.

─ ¿Puede el hombre retroceder al estado natural?

No; el hombre debe progresar incesantemente, y no puede volver al estado de infancia. Si progresa es porque Dios así lo quiere, y creer que pueda retrogradar hacia su condición primitiva, sería negar la ley del progreso.

MARCHA DEL PROGRESO

─ ¿El hombre toma en sí mismo la fuerza progresiva, o es el progreso producto de una enseñanza?

El hombre se desarrolla naturalmente a sí mismo, pero no todos progresan al mismo tiempo y de la misma manera. Entonces es cuando los más adelantados ayudan al progreso de los otros por medio del contacto social.

─ ¿El progreso moral sigue siempre al intelectual?

Es su consecuencia, pero no siempre le sigue inmediatamente.

─ ¿Cómo puede conducir el progreso intelectual al moral?

Haciendo comprender el bien y el mal; el hombre puede entonces elegir. El desarrollo del libre albedrío sigue al de la inteligencia y aumenta la responsabilidad de los actos.

─ ¿A qué se debe entonces que los pueblos más ilustrados sean a menudo los más pervertidos?

El progreso completo es el objetivo; pero los pueblos como los individuos no llegan a él más que paso a paso. Mientras no esté desarrollado en ellos el sentido moral, hasta pueden servirse de su inteligencia para hacer mal. La moral y la inteligencia son dos fuerzas que solo a la larga se equilibran.

─ ¿Es dado al hombre poder detener la marcha del progreso?

No; pero si estorbarlo a veces.

─ ¿Qué debe pensarse de los hombres que intentan detener la marcha del progreso, y hacer retrogradar a la humanidad?

Pobres seres, a quienes Dios castigará, serán arrastrados por la corriente que quieren detener.
Siendo el progreso una condición de la naturaleza humana, no es posible a nadie oponerse a él. Es una fuerza viva que pueden retardar, pero no ahogar, las malas leyes. Cuando éstas son incompatibles con él, las barrena y arrastra con ellos a todos los que intentan mantenerlas, y sucederá así hasta que el hombre haya puesto sus leyes en relación con la justicia divina que quiere el bien para todos, y no leyes hechas por el fuerte en perjuicio del débil.
─ ¿Hay hombres que retardan de buena fe el progreso, creyendo favorecerlo, porque lo consideran desde su punto de vista, y con frecuencia donde no está?

Piedrecita colocada bajo la inmensa rueda de un gran coche, que no le impide avanzar.

─ ¿El perfeccionamiento de la Humanidad sigue siempre una marcha progresiva y lenta?

Existe el progreso regular y lento que resulta de la fuerza de las cosas; pero cuando un pueblo no avanza bastante a prisa, Dios le suscita de vez en cuando una sacudida física o moral que lo transforma.
El hombre no puede permanecer perpetuamente en la ignorancia; porque debe llegar al fin marcado por la Providencia. Se ilustra por la fuerza de las cosas. Las revoluciones morales, como las sociales, se infiltran poco a poco en las ideas; germina durante siglos enteros y luego estallan de repente y hacen que se hunda el carcomido edificio del pasado, que no está ya en armonía con las nuevas necesidades y las aspiraciones nuevas.
A menudo el hombre no descubre en esas conmociones más que la confusión y el desorden momentáneo que lastiman sus intereses materiales. Más el que levanta su pensamiento por encima de la personalidad, admira los designios de la Providencia que del mal hace salir el bien. Es la tempestad y el huracán que sanean la atmósfera, después de haberla agitado.
─ La perversidad del hombre es muy grande y, ¿no parece que retrocede en vez de adelantar, por lo menos desde el punto de vista moral?

Te engañas. Observa bien el conjunto y verás cómo avanza, pues comprende mejor lo que es malo y cada día reforma abusos. El exceso del mal es necesario para hacer comprender la necesidad del bien y de las reformas.

─ ¿Cuál es el mayor obstáculo del progreso?

El orgullo y el egoísmo. Hablo del progreso moral, pues el intelectual avanza siempre, y al principio parece que da a aquellos vicios un aumento de actividad, desarrollando la ambición y el amor de las riquezas que, a su vez, excitan al hombre a las investigaciones que ilustran su espíritu. Así es como todo se eslabona en el mundo moral y en el físico, y cómo del mismo mal puede salir el bien. Pero semejante estado de cosas no tendrá más que una época, y cambiará a medida que el hombre comprenda mejor que, fuera del goce de los bienes terrenos, hay una dicha infinitamente más grande y duradera.
Hay dos especies de progreso que se prestan mutuo apoyo y que, sin embargo, no caminan paralelos, tales son el progreso intelectual y el moral. El primero cuenta en los pueblos civilizados y en el siglo actual con todas las discrepancias que pueden desearse, y de aquí que haya logrado un desarrollo desconocido hasta nuestros días. Mucho falta para que el otro se encuentre al mismo nivel, y si se comparan, no obstante, las costumbres sociales con las de siglos algo distantes, sería preciso ser ciego para negar el progreso. ¿Por qué, pues, la marcha ascendente ha de detenerse antes respecto de la  moral que de la inteligencia? ¿Por qué no ha de haber entre el siglo veinte y el vigésimo cuarto tanta diferencia, como entre el décimo cuarto y el veinte? Dudar de ello equivaldría a pretender que la Humanidad ha llegado al apogeo de la perfección, lo que sería absurdo, o que no es moralmente perfectible, lo que desmiente la experiencia.
PUEBLOS DEGENERADOS

─ La historia nos señala una multitud de pueblos que, después de los sacudimientos que los desbarataron, se han repoblado pero para caer en la barbarie. ¿Dónde está en este caso el progreso?

Cuando amenaza ruina tu casa, la derribas para levantarla más sólida y más cómoda; pero hasta que esté terminada, todo es turbación y confusión en tu morada.

Comprende también esto: eras pobre y vivías en una casucha, llegas a rico y la abandonas para habitar en un palacio. Después un pobre diablo como eras tú, ocupa tu casucha de lo cual está muy contento, porque antes no tenía albergue. Pues bien, sabe que los espíritus encarnados en ese pueblo degenerado, no son los que lo formaban en los tiempos de su esplendor. Los anteriores que estaban adelantados, han ido a ocupar habitaciones más perfectas y han progresado, al tiempo que otros menos adelantados han ocupado su puesto que también abandonarán a su tiempo.

─ ¿No hay razas por su naturaleza rebeldes al progreso?

Sí, pero cada día se devastan corporalmente.

─ ¿Cuál será la suerte venidera de las almas encarnadas en esas razas?

Como todas las otras llegarán a la perfección, pasando por otras existencias. Dios no deshereda a nadie.

─ Así, pues, ¿los hombres más civilizados han podido ser salvajes y antropófagos?

Tú mismo lo has sido más de una vez, antes de ser lo que tú eres.

─ Los pueblos son individualidades colectivas que, como los individuos, pasan por la infancia, la madurez y la decrepitud. Esta verdad demostrada por la historia, ¿no puede dar lugar a creer que los pueblos más adelantados de este siglo tendrán su decadencia y fin, como los de la antigüedad?

Los pueblos que solo viven la vida del cuerpo, aquellos cuya grandeza está únicamente fundada en la fuerza y en la extensión, nacen, crecen y mueren; porque  la fuerza de un pueblo se agota como la de un hombre. Aquellos cuyas leyes egoístas pugnan con el progreso de las luces y la caridad, mueren; porque la luz disipa las tinieblas y la caridad mata al egoísmo. Pero existe para los pueblos, como para los individuos, la vida del alma, y aquellos cuyas leyes se armonizan con las leyes eternas del Creador, vivirán y serán la lumbrera de los otros pueblos.

─ ¿El progreso unirá un día a todos los pueblos de La Tierra en una sola nación?

En una sola nación, no; es imposible, porque de la diversidad de climas nacen costumbres y necesidades diferentes, que constituyen las nacionalidades, y por esto le serán siempre precisas leyes apropiadas a sus costumbres y necesidades. Pero la caridad no reconoce latitudes y no establece distinciones entre los colores de los hombres. Cuando la ley de Dios sea en todas partes la base de la ley humana, los pueblos practicarán entre sí la caridad, como los hombres entre ellos, y entonces vivirán felices y en paz; porque nadie procurará perjudicar a su vecino, ni vivir a sus expensas.
La Humanidad progresa por medio de los individuos que se mejoran poco a poco y se ilustran, y cuando estos últimos son mayores en número, se hacen superiores y arrastran en pos de sí a los otros. De tiempo en tiempo, surgen, entre ellos, hombres de genio que dan el impulso, y luego vienen otros revestidos de autoridad, instrumentos de Dios, que, en algunos años, la hacen progresar en muchos siglos.
CIVILIZACIÓN

─ ¿Es un progreso la civilización o, según algunos filósofos, una decadencia de la Humanidad?

Progreso incompleto. El hombre no pasa de súbito de la infancia a la madurez.

─ ¿Es racional condenar la civilización?

Condenad más a los que abusan de ella, y no a la obra de Dios.

─ La civilización, ¿llegará a depurarse hasta que desaparezcan los males que haya producido?

Sí; cuando la moralidad esté tan desarrollada como la inteligencia. El fruto no puede aparecer antes que la flor.

─ ¿Por qué la civilización no realiza inmediatamente todo el bien que podría producir?

Porque los hombres no están aún prestos y dispuestos a obtener ese bien.

─ ¿No será también porque creando nuevas necesidades sobreexcita nuevas pasiones?

Sí, y porque todas las facultades del espíritu no progresan a un mismo tiempo. Todo requiere tiempo. No podéis esperar frutos perfectos de una civilización incompleta.

─ La civilización completa, ¿mediante qué señales se reconoce?

La reconocéis en el desarrollo moral. Os creéis muy adelantados, porque habéis hecho grandes descubrimientos e inventos maravillosos; porque estáis mejor alojados y vestidos que los salvajes; pero no tendréis verdadero derecho a llamaros civilizados, hasta que no hayáis desterrado de vuestra sociedad los vicios que la deshonran, y hasta que viváis como hermanos, practicando la caridad cristiana. Hasta entonces no seréis más que pueblos ilustrados, y no habréis recorrido más que la primera fase de la civilización.
La civilización tiene sus grados como todas las cosas. Una civilización incompleta es un estado de transición que engendra males especiales, desconocidos en el estado primitivo; pero no deja de constituir un progreso natural, que lleva en sí el remedio del mal que produce. A medida que la civilización se perfecciona, hace cesar algunos de los males que ha engendrado, males que desaparecerán con el progreso moral.
De dos pueblos llegados a la cima de la escala social, puede llamarse más civilizado, en la verdadera acepción de la palabra, únicamente a aquél en el que se encuentra menos egoísmo, menos codicia y menos orgullo; donde los hábitos sean más intelectuales y más morales que materiales, donde la inteligencia pueda desarrollarse con mayor libertad, donde haya más bondad, más buena fe, más benevolencia y generosidad, donde estén menos arraigados los prejuicios de casta y nacimiento, pues esos prejuicios son incompatibles con el verdadero amor al prójimo; donde las leyes no consagren ningún privilegio y sean las mismas para el último como para el primero, donde se distribuya la justicia con mayor imparcialidad, donde el débil encuentre siempre apoyo contra el fuerte, donde mejor se respete la vida, las creencias y las opiniones del hombre, donde menos infelicidad haya y donde , en fin, todo hombre de buena voluntad esté siempre seguro de no carecer de lo necesario.
PROGRESO DE LA LEGISLACIÓN HUMANA

─ ¿Podría estar regida la sociedad solo por las leyes naturales?

Podría estarlo, si se las comprendiese bien, y si se tuviese el deseo de practicarlas. Así, ellas bastarían. Pero la sociedad tiene sus exigencias, y le son necesarias leyes particulares.

─ ¿Cuál es la causa de la inestabilidad de las leyes humanas?

En tiempo de barbarie son los más fuertes los que hacen las leyes, y las hacen en provecho suyo. Ha sido preciso modificarlas a medida que los hombres han comprendido mejor la justicia. Las leyes humanas son más estables, a medida que se aproximan a la verdadera justicia; es decir, a medida que son hechas en provecho de todos, y que se identifican con la ley natural.
La civilización ha creado nuevas necesidades al hombre, y aquellas son relativas a la posición social que éste se ha labrado. Ha debido arreglar los derechos y los deberes de semejante posición por las leyes humanas; pero bajo la influencia de sus pasiones, ha creado con frecuencia derechos y deberes imaginarios que la ley natural condena, y que borran de sus códigos los pueblos a medida que progresan. La ley natural es inmutable y la misma para todos; la ley humana es variable  y progresiva, y solo ella ha podido consagrar en la infancia de las sociedades el derecho del más fuerte.
─ La severidad de las leyes penales, ¿es necesaria en el estado actual de la sociedad?

Una sociedad depravada ciertamente necesita leyes severas. Por desgracia esas leyes se dirigen más a castigar el mal hecho en lugar de cegar la fuente del mismo mal. Solo la educación puede reformar a los hombres, y entonces no se necesitarán leyes tan rigurosas.

─ ¿Cómo podrá ser llevado el hombre a la reforma de sus leyes?

Eso viene naturalmente por la fuerza de las cosas y el influjo de las gentes honradas, que le guían por el camino del progreso. Muchas han reformado ya, y aún reformarán muchas otras.

INFLUENCIA DEL ESPIRITISMO EN EL PROGRESO

─ ¿Llegará el espiritismo a ser una creencia vulgar o continuará siendo patrimonio de algunas personas?

Ciertamente llegará a ser una creencia popular, y señalará una nueva era en la historia de la Humanidad; porque está en la Naturaleza, y porque ha llegado el tiempo en que debe ingresar en los conocimientos humanos. Habrán de sostenerse, empero, grandes luchas, más contra el interés que contra la convicción; porque es preciso convencerse de que hay gentes interesadas en combatirlo, las unas por amor propio y las otras por causas completamente materiales. Pero hallándose cada día más aislados los contradictores, se verán obligados a pensar como todo el mundo, so pena de ponerse en ridículo.
Solo a la larga y nunca súbitamente se transforman las ideas. Se debilitan de generación en generación y concluyen por desaparecer poco a poco con los que las profesan, y que son reemplazados por otros individuos imbuidos de los nuevos principios, lo mismo que acontece con las ideas políticas. Recordad el paganismo, ciertamente no existen personas hoy que profesen las ideas religiosas de aquellos tiempos, y no obstante, muchos siglos después del advenimiento del cristianismo se encontraban aún vestigios de ellas que solo la completa renovación de razas pudo borrar. Lo mismo acontecerá con el espiritismo. Ya hay muchos progresos, pero aún habrá unas dos generaciones con mucha incredulidad, que solo disipará el tiempo. Como quiera que sea, su marcha será más rápida que la del Cristianismo; porque este mismo le abre el camino y en él se apoya aquél. El Cristianismo tenía que destruir, el espiritismo solo tiene que edificar.
─ ¿De qué modo puede coadyuvar el espiritismo al progreso?

Destruyendo el materialismo, que es una de las plagas de la sociedad, hacer ver a los hombres dónde está su verdadero interés. No estando la vida futura velada por la duda, el hombre comprenderá mejor que puede asegurarla por medio del presente. Destruyendo los prejuicios de secta, de castas y de colores, enseñará a los hombres la gran solidaridad que ha de unirnos como hermanos.

─ ¿No es de temer que el espiritismo no pueda triunfar de la negligencia de los hombres y de su apego a las cosas materiales?

Se conocería muy poco a los hombres, pensando que una causa cualquiera puede transformarlos como por encanto. Las ideas se modifican poco a poco según los individuos y se necesitan generaciones para borrar completamente los vestigios de los hábitos antiguos. Solo a la larga puede, pues, operarse la transformación, gradualmente y poco a poco. En cada generación desaparece una parte del velo, el espiritismo viene a rasgárselo del todo. Pero, mientras llega este caso, aunque no produjese otro efecto respecto de un hombre que el de corregirle un solo defecto, sería un paso que le habría hecho dar, y por lo mismo un gran bien; porque este primer paso le hará más fáciles los restantes.

─ ¿Por qué los espíritus no han enseñado en todos los tiempos lo que enseñan ahora?

Vosotros no enseñáis a los niños lo que a los adultos, ni dais al recién nacido un alimento que no podría digerir. Cada cosa a su tiempo. Han enseñado muchas cosas que los hombres no han comprendido o desnaturalizado; pero que pueden comprender ahora. Por medio de su enseñanza, imperfecta aún, han venido preparando el terreno para recibir la semilla que actualmente fructificará.

─ Puesto que el espiritismo ha de enseñar un progreso a la Humanidad, ¿por qué los espíritus no apresuran ese progreso por medio de manifestaciones tan generales y patentes, que produjesen convencimiento en los más incrédulos?

Vosotros quisierais milagros. Dios los derrama a manos llena ante vosotros, y aún tenéis hombres que reniegan de él. ¿El mismo Cristo convenció a sus contemporáneos con los prodigios que hizo? ¿No veis hombres que niegan los hechos más patentes que ocurren en su presencia? ¿No los tenéis que dicen que no creerían aunque viesen? No, no por medio de prodigios conducirá Dios a los hombres. En su bondad, quiere dejarles el mérito de que se convenzan por la razón.