IGUALDAD NATURAL
─ ¿Todos los
hombres son iguales ante Dios?
Sí; todos tienden a
un mismo fin, y Dios ha hecho sus leyes para todos. Vosotros decís con
frecuencia: el sol sale para todos, y decís una verdad más grande y general de
lo que creéis.
Todos los hombres están sometidos a las mismas leyes naturales; todos nacen igualmente débiles, están expuestos a los mismos dolores, y el cuerpo del rico se destruye lo mismo que el del pobre. Dios no ha dado, pues, a ningún hombre superioridad natural, ni en cuanto al nacimiento, ni en cuanto a la muerte. Todos son iguales ante él.
DESIGUALDAD DE
APTITUDES
─ ¿Por qué no ha
dado Dios a todos los hombres las mismas aptitudes?
Dios ha criado iguales
a todos los espíritus; pero cada uno de ellos ha vivido más tiempo o menos
tiempo, y por consiguiente ha adquirido un mayor o un menor grado de aptitudes.
La diferencia proviene de su grado de experiencia y de su voluntad que es el
libre albedrío. De aquí que unos se perfeccionan más rápidamente, lo cual les
da aptitudes diversas, La mezcla de aptitudes es necesaria, a fin de que cada
uno pueda concurrir a las miras de la Providencia, en el límite del desarrollo
de sus fuerzas físicas e intelectuales. Lo que no hace uno lo hace otro, y así
es como cada uno tiene su misión útil. Además, siendo los mundos solidarios
unos a otros, preciso es que los habitantes de los superiores, que en su mayor
parte fueron criados antes que el vuestro, vengan a habitar a este para daros
ejemplo.
─ Al pasar de un
mundo superior a otro inferior, ¿conserva el espíritu la integridad de las
facultades adquiridas?
Sí, ya lo hemos
dicho; el espíritu que ha progresado no vuelve a descender. Puede elegir en
estado de espíritu una envoltura más pesada, o una posición más precaria que la
que tuvo; pero todo ello para que le sirva de enseñanza y le ayude a progresar.
Así, pues, las diversas aptitudes del hombre no dependen de la naturaleza íntima de su creación, sino del grado de perfeccionamiento a que han llegado los espíritus encarnados en él. Dios no ha creado, por lo tanto, la desigualdad de facultades: pero ha permitido que los diferentes grados de desarrollo estuviesen en contacto, a fin de que los más adelantados pudiesen favorecer el progreso de los más atrasados, y también a fin de que los hombres, necesitándose unos a otros, comprendiesen la ley de caridad que ha de unirlos.
DESIGUALDADES
SOCIALES
─ ¿La desigualdad
de condiciones sociales es una ley natural?
No; es obra del
hombre y no de Dios.
─ ¿Esas
desigualdades desaparecerán algún día?
Solo las leyes de
Dios son eternas. Esas desigualdades desaparecerán junto con el predominio del
orgullo y del egoísmo, y no subsistirá más que la desigualdad de mérito. Día
vendrá en que los miembros de la gran familia de los hijos de Dios no se
mirarán como de sangre con mayor o menor grado de pureza. Solo el espíritu es
en mayor o en menor grado puro, y esto no depende de la posición social.
─ ¿Que debe
pensarse de los que abusan de la superioridad de su posición social para
oprimir, en provecho suyo, al débil?
Merecen ser
sentenciados, ¡Infelices de ellos! Serán oprimidos a su vez, y renacerán en una
existencia en que sufrirán todo lo que han hecho sufrir.
DESIGUALDAD DE
RIQUEZAS
─ ¿La desigualdad
de riquezas no tiene por origen la desigualdad de facultades, que da a unos más
medios de adquirir que a otros?
Sí, y no. ¿Qué me
dice de la astucia y del robo?
─ La riqueza
hereditaria, ¿no es, empero, fruto de malas pasiones?
¿Qué sabes tú?
Remóntate hasta su origen y verás si siempre todo ha sido puro. ¿Sabes tú si en un principio no fue fruto de un
fraude, de una trampa, de un pillaje, de un abuso o de una injusticia? Pero sin hablar del origen que
puede ser malo, ¿crees tú que la codicia del bien, aún del mejor adquirido, con
sus deseos secretos de poseer esa riqueza cuanto antes, son sentimientos
laudables? Esto es lo que Dios juzga, y te aseguro que su juicio es más severo
que el de los hombres.
─ Si una fortuna ha
sido mal adquirida en su origen, ¿los que más tarde la heredan son responsables?
Es indudable que no
lo son del mal que otros hicieron, tanto más cuanto pueden ignorarlo; pero haz
de saber que con mucha frecuencia no le sobreviene la fortuna al hombre, más
que para ofrecer ocasión de reparar una injusticia. ¡Dichoso él, si así lo comprende!
Y si lo hace en nombre de aquél que la ha cometido, a ambos se les tendrá en
cuenta la reparación; porque con frecuencia este último es quien provoca o deja
esa tarea.
─ Sin apartarse de
la legalidad, en un testamento uno puede disponer de sus bienes de un modo más
o menos equitativo. ¿Es uno responsable, después de la muerte, de las
disposiciones que ha dictado?
Cada acción produce
sus frutos; los de las buenas son dulces, y siempre amargos los de las otras.
Siempre, entiéndelo bien.
─ ¿Es posible la
igualdad absoluta de riquezas, y ha existido en alguna ocasión?
No, no es posible.
La diversidad de facultades y caracteres se opone a ella.
─ Hay, sin embargo,
hombres que creen que este es el remedio de los males de la sociedad. ¿Qué
pensáis sobre el particular?
Esos tales son
sistemáticos y son de los que sienten rabia y envidia de la prosperidad ajena, y no comprenden que la igualdad que sueñan
sería muy pronto destruida por la fuerza de las cosas y de los acontecimientos.
Combatid el egoísmo, que es vuestra plaga social, y no busquéis quimeras.
─ Si la igualdad de
riquezas no es posible, ¿sucede lo mismo con el bienestar?
No; pero el
bienestar es relativo, y cada cual podría disfrutar de él, si os entendieseis;
porque el verdadero bienestar consiste en el empleo del tiempo a gusto de cada
uno, y no en trabajos que no son de su agrado, y como cada cual tiene aptitudes
diferentes, ningún trabajo útil se quedaría por hacer. Todo está equilibrado, y
el hombre es quien quiere desequilibrarlo.
─ ¿Es posible
entendernos?
Los hombres se
entenderán cuando practiquen la ley de justicia.
─ Hay gentes que
caen en la infelicidad y en la miseria por culpa suya. ¿No puede ser
responsable de ello la sociedad?
Si, ya lo hemos
dicho, ella es con frecuencia la primera responsable de estas faltas. ¿Acaso no
debe velar por su educación moral? A menudo la mala educación es la que ha
falseado el juicio, en vez de ahogar las tendencias perniciosas.
PRUEBAS DE LA
RIQUEZA Y DE LA MISERIA
─ ¿Por qué ha dado
Dios a unos las riquezas y el poder, y a otros la miseria?
Para probar a cada
uno de un modo diferente. Ya sabéis, por otra parte, que los mismos espíritus
son los que han elegido esas pruebas, en las cuales sucumben con frecuencia.
─ ¿Cuál de las dos
pruebas es más difícil para el hombre, la de la infelicidad o la de la fortuna?
Tanto lo es una
como la otra. La miseria provoca la murmuración y el resentimiento contra la
Providencia, la riqueza incita a todos los excesos.
─ Si al rico le
rodean más tentaciones, ¿no tiene también más medios de hacer bien?
Justamente eso es
lo que no hace siempre; se convierte en egoísta, orgulloso e insaciable; sus
necesidades aumentan con su fortuna, y nunca cree tener bastante para sí solo.
La elevación en este mundo y la autoridad sobre sus semejantes, son pruebas tan peligrosas y grandes como la miseria: porque mientras más rico y poderoso es un hombre, más obligaciones tiene que cumplir, y mayores son los medios a su alcance de hacer bien o mal. Dios prueba al pobre por medio de la resignación, y al rico por el uso que hace de sus bienes y poderío.
La riqueza y el poder engendran todas las pasiones que nos apegan a la materia y nos alejan de la perfección espiritual, y por esto dijo Jesús: "En verdad os digo, es más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja a que un rico entre en el reino de los cielos".
IGUALDAD DE LOS
DERECHOS DEL HOMBRE Y DE LA MUJER
─ ¿El hombre y la
mujer son iguales ante Dios y tienen los mismos derechos?
¿Acaso no ha dado
Dios, a ambos, la inteligencia del bien y del mal, y la facultad de progresar?
─ ¿De dónde procede
la interioridad moral de la mujer en ciertas comarcas?
Del imperio injusto
y cruel que el hombre se ha tomado sobre ella. Es resultado de las
instituciones sociales y del abuso de la fuerza respecto de la debilidad. Entre
hombres poco avanzados moralmente, la fuerza es el derecho.
─ ¿Con qué objeto
la mujer es más débil físicamente que el hombre?
Para señalarle
funciones particulares. El hombre es para los trabajos rudos, como más fuerte
que es; la mujer para los trabajos ligeros, y ambos para ayudarse mutuamente a
pasar las pruebas de una vida llena de inconvenientes.
─ ¿La debilidad
física de la mujer no la pone naturalmente bajo la dependencia del hombre?
Dios ha dotado a
unos de fuerza para que protejan al débil, y no para servirse de él.
Dios ha apropiado la organización de cada ser a las funciones que ha de desempeñar. Si ha dado a la mujer menos fuerza física, la ha dotado al mismo tiempo de mayor sensibilidad, en relación con la delicadeza de las funciones materiales, y con la debilidad de los seres confiados a su guarda.
─ Las funciones a
que está destinada la mujer por la Naturaleza, ¿tiene tanta importancia como
las reservadas para el hombre?
Sí, y aún más. Ella
es quien le da las primeras nociones de la vida a los nuevos seres.
─ Siendo iguales
los hombres ante la ley de Dios, ¿deben serlo a sí mismo ante la de los
hombres?
Este es el primer
principio de justicia. No hagáis a los
otros lo que no quisierais que se os hiciese.
─ Según esto, una
legislación, para ser perfectamente justa, ¿debe consagrar la igualdad de derechos
entre el hombre y la mujer?
De derechos, sí; de
funciones, no. Es preciso que cada uno tenga su lugar señalado, que el hombre
se ocupe de lo exterior y la mujer de lo interior, cada cual según su aptitud.
Para ser equitativa la ley humana debe consagrar la igualdad de derechos entre
la mujer y el hombre, y todo privilegio concedido al uno o a la otra, es
contrario a la justicia. La emancipación de la mujer sigue el progreso de la
civilización. Su sometimiento es propio de la barbarie. Por otra parte, los
sexos no se deben más que a la organización física, y puesto que los espíritus
pueden tomar uno u otro, no existe diferencia entre ellos sobre este particular
y, por lo tanto, deben gozar de los mismos derechos.
IGUALDAD ANTE LA
TUMBA
─ ¿De dónde procede
el deseo de perpetuar su memoria con monumentos fúnebres?
Último acto de
orgullo.
─ Pero la
suntuosidad de los monumentos fúnebres, ¿no se debe con frecuencia más a los
parientes, que quieren honrar la memoria del difunto, que al mismo difunto?
Orgullo de los
parientes que quieren glorificarse a sí mismos. No siempre se hacen esas
demostraciones por consideración hacia el muerto, sino por amor propio y para
hacer alarde de riquezas. ¿Crees que el recuerdo de un ser querido sea menos
duradero en el corazón de un pobre, porque no puede depositar más que una flor
en su tumba? ¿Crees tú que los mármoles salvan del olvido al que ha sido inservible
en la tierra?
─ ¿Censuráis de un
modo absoluto la pompa de los funerales?
No, y cuando es en
honor de un hombre de bien, es justa y ejemplar.
La tumba es la reunión de todos los hombres, y en ella terminan despiadadamente todas las distinciones humanas. En vano quiere el rico perpetuar su memoria con fastuosos monumentos que el tiempo destruirá igual que al cuerpo, pues así lo quiere la Naturaleza. El recuerdo de sus buenas y de sus malas acciones será menos perecedero que su tumba; la pompa de sus funerales no le lavará sus impurezas, ni le hará ascender un escalón en la jerarquía.