─ ¿En una batalla hay espíritus que asisten a ella y
sostienen a cada bando?
Sí, y estimulan su valor.
Así, en otros tiempos, nos representaban los antiguos a los dioses tomando parte a favor de tal o cual pueblo. Esos dioses no eran más que espíritus representados bajo figuras alegóricas.
─ En una guerra
siempre está la justicia de parte de uno de los beligerantes, ¿cómo los espíritus
se interesan en ayudar al que no tiene razón?
Ya sabes perfectamente que hay espíritus que solo procuran
la discordia y la destrucción. Para ellos la guerra es la guerra, y poco se
cuidan de la justicia de la causa.
─ ¿Ciertos espíritus pueden influir en el general de un
ejército para la concepción de sus planes de campaña?
Sin duda alguna pueden los espíritus influir para este
objeto como para todas las concepciones.
─ ¿Los espíritus malos podrían sugerirle malas combinaciones
para perderle?
Sí; ¿pero no tiene su libre albedrío? Si su juicio no le
permite distinguir la idea correcta de la falsa, sufre las consecuencias, y
mejor le sentaría obedecer que mandar.
─ ¿Puede a veces ser guiado el general por una especie de
doble vista, vista intuitiva que le muestre anticipadamente el resultado de sus
combinaciones?
Así sucede generalmente en el hombre de genio, a lo que
llama su inspiración y hace que obre con cierta exactitud. Esa inspiración
procede de los espíritus que le dirigen y aprovechan las facultades de que está
dotado.
─ En la confusión del combate, ¿qué hacen los espíritus de
los que mueren? ¿Continúan interesándose en la acción después de la muerte?
Algunos se interesan, otros se alejan.
En los combates sucede lo que en todos los casos de muertes violentas; en el primer momento el espíritu está sorprendido y como aturdido, y no se cree muerto. Parécele que aún toma parte en la acción, y solo poco a poco encuentra la realidad.
─ Los espíritus que combatían cuando vivos, ¿se reconocen
después de muertos como enemigos y están aún encolerizados entre sí?
En semejantes momentos nunca está apacible el espíritu y en
el primer instante puede aún acometer a su enemigo y hasta perseguirle; pero
cuando recobra las ideas, ve que su animosidad carece de objeto. Puede, no
obstante, conservar vestigios en mayor o en menor grado según su carácter.
─ ¿Percibe aún el ruido de las armas?
Sí, perfectamente.
─ ¿El espíritu que asiste impasible como espectador a un
combate, es testigo de la separación del alma y el cuerpo, y cómo se le
presenta este fenómeno?
Hay
pocas muertes completamente repentinas. La mayor parte de las veces el espíritu
cuyo cuerpo acaba de ser mortalmente herido no tiene de pronto conciencia de
ello; cuando empieza a reconocerse, es cuando puede distinguirse al espíritu
agitándose alrededor del cuerpo, lo que le parece tan natural que la presencia
del cadáver no le ocasiona efecto alguno desagradable. Reconcentrada toda la
vida en el espíritu, solo él llama la atención, con él se habla o a él es a
quien se manda.