─ ¿Los espíritus aman preferentemente a ciertas personas?
Los espíritus buenos simpatizan con los hombres de bien, o
susceptibles de mejorarse. Los espíritus inferiores simpatizan con los hombres
viciosos o que pueden llegar a serlo, y de aquí su afecto que es el resultado
de la semejanza de inclinaciones y de sensaciones.
─ ¿El afecto de los espíritus hacia ciertas personas es netamente
moral?
El afecto verdadero no es nada carnal; pero cuando un
espíritu se aficiona a una persona, no siempre es por afecto, y alguna parte
puede tomar en ello un recuerdo de las pasiones humanas.
─ ¿Los espíritus participan de nuestras desgracias y
prosperidades? ¿Los que nos aprecian se afligen por los males que
experimentamos durante la vida?
Los espíritus buenos hacen todo el bien posible y gozan de
todas vuestras alegrías. Se afligen por vuestros males, cuando no los soportáis
con resignación; porque entonces no os producen resultado, pues venía a ser
como el enfermo que rehúsa por amarga la pócima que ha de salvarle.
─ ¿Cuáles de nuestros males afligen más a los espíritus, los
físicos o los morales?
Vuestro egoísmo y vuestra dureza de corazón, pues de ahí se
origina todo. Se ríen de todos esos males imaginarios que nacen del orgullo y
de la ambición, y se regocijan por los que han de abreviar vuestro periodo de
prueba.
Sabiendo los espíritus que no es más que transitoria la vida corporal, y que las tribulaciones que la acompañan son medios para llegar a mejor estado, deploran más las causas morales que de éste nos alejan, que los males físicos que solo son pasajeros.
Los espíritus se cuidan poco de las desgracias que afectan únicamente a nuestras ideas mundanas, como nosotros de los pesares insubstanciales de la infancia.
El espíritu que vé en las aflicciones de la vida un medio para nuestro progreso, las considera como la crisis momentánea que ha de salvar al enfermo. Compadece nuestros sufrimientos como nosotros los de un amigo; pero mirando las cosas desde más exacto punto de vista, las aprecia de distinto modo que nosotros, y mientras los buenos nos reaniman en sentido propicio a nuestro porvenir, los otros, para comprometerlo, nos excitan a la desesperación.
─ Nuestros amigos y parientes muertos antes que nosotros,
¿nos tienen más simpatía que los espíritus que nos son extraños?
Sin duda, y con frecuencia os protegen como espíritus, con
arreglo a su poder.
─ ¿Son sensibles al afecto que aún les conservamos?
Muy
sensibles. Y olvidan a los que los olvidan.