─ ¿Hay espíritus que se unen particularmente a un individuo
para protegerle?
Sí; el hermano espiritual, al que vosotros llamáis el espíritu
bueno o el buen genio.
─ ¿Qué debe entenderse por ángel guardián?
El espíritu protector de un orden elevado.
─ ¿Cuál es la misión del espíritu protector?
La de un padre respecto a sus hijos; llevar a su protegido
al buen camino, ayudarle con sus consejos, consolarle en sus aflicciones y
sostenerle en las pruebas de la vida.
─ ¿El espíritu protector está unido al individuo desde el
nacimiento de este?
Desde el nacimiento hasta la muerte, y a menudo aún después
de ésta, le sigue en la vida espírita y hasta en muchas existencias corporales;
porque éstas no son más que fases muy breves, comparadas con la vida del
espíritu.
─ ¿Es voluntaria u obligatoria la misión del espíritu
protector?
El espíritu está obligado a cuidar de vosotros; porque ha de
aceptar esta tarea, pero elige los seres que le simpatizan. Para unos es un
placer, para otros una misión o un deber.
─ Uniéndose a una persona, ¿el espíritu renuncia a proteger
a otros individuos?
No; pero lo hace menos exclusivamente.
─ ¿El espíritu protector está realmente unido al ser a quien
guarda?
Sucede a menudo que ciertos espíritus abandonan su posición
para cumplir diversas misiones; pero entonces se verifica un cambio.
─ ¿El espíritu protector abandona a veces a su protegido
cuando se muestra rebelde a sus avisos?
Se aleja cuando ve que son inútiles sus consejos, y que es
más imperante el deseo de sufrir la influencia de los espíritus inferiores.
Pero jamás le abandona del todo y siempre le deja oír su voz. El hombre es
quien entonces cierra el oído; pero el espíritu protector vuelve apenas se le
llama.
Hay una doctrina que por su encanto y su dulzura debiera
convertir hasta a los más incrédulos. Esta doctrina es la de los ángeles
guardianes. ¿No es acaso una idea muy consoladora la de pensar que siempre
tenéis a vuestro lado a seres que os son superiores, que allí están siempre
para aconsejaros, fortaleceros y ayudaros a subir la áspera montaña del bien,
seres que son amigos más firmes que los más íntimos que podéis tener en La
Tierra? Y ahí están por orden de Dios que los ha puesto a vuestro lado, y lo
están por amor suyo, cumpliendo respecto de vosotros una bella, pero penosa
misión. Sí, dondequiera que estéis está vuestro ángel guardián: las cárceles,
los hospitales, los lugares de vicio, la soledad, nada os separa de este amigo
a quien no podéis ver, pero cuyos más dulces impulsos siente vuestra alma y
cuyos sabios consejos oye.
¡Lástima que no conozcáis mejor esta verdad! ¿Cuántas veces
os ayudaría en vuestros momentos de crisis y cuántas os libraría de los
espíritus malos? Pero en el día supremo este ángel de bien os habrá de decir
con frecuencia: ¿No te dije tal cosa y no la hiciste? ¿No te enseñé el abismo y
te hundiste en él? ¿No dejé oír en tu conciencia la voz de la verdad, y tú seguiste
los consejos de la mentira? ¡Ah!, interrogad a vuestros ángeles guardianes y
estableced entre ellos y vosotros la tierna intimidad que entre los mejores
amigos existe. No intentéis ocultarle nada; porque tiene mirada de Dios, y no
podéis engañarlos. Pensad en el porvenir; procurad adelantar en esta vida, y
vuestras pruebas serán más cortas y más felices vuestras existencias. Adelante,
¡oh!, hombres; desechad de una vez para siempre prejuicios y segundas
intenciones; penetrad en el nuevo camino que se os abre. ¡Adelante! ¡Adelante!
Tenéis guías, seguidlos; el objeto final no se os escapará, porque ese objeto
es el mismo Dios.
A los que creen que es imposible que espíritus
verdaderamente elevados se entreguen a tan laboriosa y tan incesante tarea, les
diremos que influimos en vuestras almas, a pesar de que nos separen de vosotros
millones de leguas; nada es para nosotros el espacio, y aunque vivan en otros
mundos, nuestros espíritus mantienen sus relaciones con los vuestros. Gozamos
de cualidades que no podéis comprender; pero sabed que Dios no os impone una
tarea más allá de vuestras fuerzas, y no os ha abandonado solos en La Tierra
sin amigos y sostén. Cada ángel guardián tiene a su protegido a quien vigila
como un padre a su hijo. Es feliz cuando le ve seguir el buen camino, y gime
cuando ve despreciados sus consejos.
No temáis cansarnos con preguntas, sino que debéis estar,
por el contrario, en continua relación con nosotros y así seréis más fuertes y
felices. Estas comunicaciones del hombre con su espíritu familiar son las que
hacen a todos los hombres médiums desconocidos hoy; pero que manifestándose más
tarde, se extenderán como el océano sin límites para anonadar la incredulidad y
la ignorancia. Instruid, hombres instruidos; educad a vuestros hermanos,
hombres de talento. No sabéis la obra que realizáis haciéndolo; realizáis la
obra de Cristo, la que Dios os impone. ¿Para qué os dio la inteligencia y la
ciencia, sino para que hagáis partícipes de ella a vuestros hermanos, a fin de
que progresen en el camino de la dicha y de la felicidad eterna?
La doctrina de los ángeles guardianes que vigilan a sus protegidos, a pesar de la distancia que separa los mundos, nada tiene que deba sorprendernos y es, por el contrario, grande y sublime. ¿Acaso no vemos en La Tierra a un padre vigilar a su hijo, aunque esté de él alejado, y ayudarle con sus consejos por medio de la correspondencia? ¿Qué habría, pues, de admirable en que los espíritus pudiesen guiar a los que toman bajo su protección, desde uno a otro mundo, dado que la distancia que separa a los mundos es menor para ellos que la que separa a los continentes de la tierra? ¿Y no tienen además el fluido universal que enlaza a todos los mundos y los hace solidarios; inmenso vehículo de la transmisión del pensamiento, como lo es para nosotros el aire de la transmisión del sonido?
─ El espíritu que abandona a su protegido, ya que no lo hace
bien, ¿puede hacerle mal?
Los espíritus buenos nunca hacen mal, dejan que lo hagan los
que ocupan ese puesto, y entonces acusáis de vuestras infelicidades a la
suerte, siendo así que vosotros tenéis la culpa.
─ ¿El espíritu protector puede dejar a su protegido a merced
de un espíritu que podría tenerle mala voluntad?
Los espíritus malos se unen para neutralizar la acción de
los buenos; pero si el protegido lo quiere, devolverá toda su fuerza a su
espíritu bueno. El espíritu bueno quizá ve en otra parte una buena voluntad a
quien ayudar, y aprovecha la ocasión esperando el momento de regresar al lado
de su protegido.
─ Cuando el espíritu protector deja que su protegido se
extravíe en la vida, ¿es por impotencia para luchar con los espíritus
malévolos?
No es porque no puede, sino porque no quiere; su protegido
sale entonces, de las pruebas, más perfecto e instruido, y el espíritu
protector le asiste con sus consejos y con los buenos pensamientos que le
sugiere, los cuales por infelicidad no siempre son oídos. Solo la debilidad, la
pereza o el orgullo del hombre, dan fuerzas a los espíritus malos, y solo
procede su poder sobre vosotros de que no les oponéis resistencia.
─ ¿El espíritu protector está constantemente con su protegido?
¿No hay circunstancias en que, sin abandonarle le pierde de vista?
Las hay en que la presencia del espíritu protector no es
necesaria para su protegido.
─ ¿Llega un momento en que el espíritu ya no es necesario como ángel guardián?
Sí; cuando llega al grado de poder conducirse por sí mismo,
así como llega el momento en que el escolar ya no necesita maestro. Pero no
acontece este en vuestro planeta Tierra.
─ ¿Por qué la acción de los espíritus en nuestra existencia
es oculta y por qué cuando nos protegen, no lo hacen de un modo ostensible?
Si contaseis con su apoyo, no obraríais por vosotros mismos
y vuestro espíritu no progresaría. Para que pueda adelantar necesita
experiencia, y preciso es que a menudo la adquiera a su costa. Es necesario que
ejercite sus fuerzas, sin lo cual vendría a ser como el niño a quien no se deja
andar solo. La acción de los espíritus que os quieren bien está dispuesta de
modo que deje siempre a salvo vuestro libre albedrío; porque, si no fueseis responsables,
no adelantaríais en el camino que ha de conduciros a Dios. No viendo el hombre
a su sostenedor, se entrega a sus propias fuerzas; pero su guía le vigila
siempre, y de vez en cuando le avisa que desconfíe del peligro.
─ El espíritu protector que consigue llevar a su protegido a
buen camino, ¿experimenta algún bien para sí mismo?
Es un mérito que se le tiene en cuenta, ya para su propio
adelanto, ya para su felicidad. Es feliz cuando el éxito corona sus esfuerzos,
y triunfa como un profesor con los progresos de su discípulo.
─ ¿Es responsable si no triunfa?
No; porque ha hecho todo lo que de él dependía.
─ El espíritu protector que ve que su protegido sigue un mal
camino a pesar de sus avisos, ¿experimenta sufrimiento y encuentra en ello una
causa de turbación en su felicidad?
Deplora sus errores y le compadece; pero semejante aflicción
no tiene las angustias de la paternidad terrestre, porque sabe que el mal tiene
remedio y que lo que no hace hoy lo hará mañana.
─ ¿Podemos saber siempre el nombre de nuestro espíritu
protector o ángel guardián?
¿Cómo queréis saber nombres que no existen para vosotros?
¿Creéis que no existen entre los espíritus más que los que vosotros conocéis?
─ ¿Cómo, pues, lo invocamos, si no lo conocemos?
Dadle el nombre que queráis, el de un espíritu superior a
quien tengáis simpatía y veneración. El espíritu protector acudirá al
llamamiento, porque todos los espíritus buenos son hermanos y se auxilian.
─ Los espíritus protectores que toman nombres conocidos,
¿son siempre realmente los de las personas que tenían aquellos nombres?
No; pero son espíritus que le son simpáticos y que vienen a
menudo por orden suya. Necesitáis nombres y entonces toman uno que os inspire
confianza. Cuando vosotros no podéis cumplir personalmente una misión, enviáis
un comisionado que haga vuestras veces.
─ Cuando estemos en la vida espírita, ¿reconoceremos a
nuestro espíritu protector?
Sí; porque a menudo le conocíais antes de encarnaros.
─ ¿Todos los espíritus protectores pertenecen a la clase de
espíritus superiores? ¿Pueden ser de los grados intermedios? Un padre, por
ejemplo, ¿puede llegar a ser el espíritu protector de su hijo?
Puede serlo; pero la protección supone cierto grado de
elevación y además un poder y una virtud concedida por Dios. Un padre que
protege a su hijo puede a su vez estar asistido por un espíritu más elevado.
─ Los espíritus que han abandonado en buenas condiciones La
Tierra, ¿pueden siempre proteger a los que aman y les sobreviven?
Su poder es más o menos restringido, y la posición en que se
encuentran no siempre los deja en completa libertad de obrar.
─ Los hombres en estado salvaje o de inferioridad moral,
¿tienen igualmente sus espíritus protectores, y en este caso son de orden tan
elevado como los de los hombres muy adelantados?
Todo hombre tiene un espíritu que vela por él; pero las
misiones son relativas a su objeto. Vosotros no confiáis un niño que aprende a
leer a un profesor de filosofía. El progreso del espíritu familiar corresponde
al del espíritu protegido. Teniendo un espíritu protector que os vigila, podéis
a vuestra vez llegar a ser el protector de un espíritu que os es inferior, y
los progresos que le ayudéis a realizar contribuirán a vuestro adelanto. Dios
no pide al espíritu más de lo que le permite su naturaleza y el grado a que ha
llegado.
─ Cuando el padre que vela por su hijo se reencarna, ¿continúa
velando por él?
Es más difícil; pero suplica, en un momento de emancipación,
a un espíritu simpático que le asista en semejante misión. Por otra parte, los
espíritus no admiten más misiones que las que pueden cumplir hasta el fin.
El espíritu encarnado, sobre todo en los mundos en que es
material la existencia, está demasiado ligado a su cuerpo para poderse
consagrar del todo; es decir, asistirle personalmente. Por esto los que no son
bastante elevados están asistidos a su vez por espíritus que le son superiores,
de modo que, si uno falta por una causa cualquiera, es suplido por otro.
─ Además del espíritu protector, ¿está unido un espíritu
malo a cada individuo para impelerle al mal y proporcionarle ocasión de luchar
entre el bien y el mal?
Unido no es la palabra. Es cierto que los espíritus malos
procuran separar del buen camino, cuando se les presenta ocasión, pero cuando
uno de ellos se aficiona a un individuo, lo hace por sí mismo, porque espera
que se le escuchará. Entonces se traba lucha entre el bueno y el malo, y vence
quien el hombre deja que le domine.
─ ¿Podemos tener muchos espíritus protectores?
Todo hombre tiene siempre espíritus simpáticos o simpatizantes
de mayor o menor grado de elevación que le aprecian y se interesan por él, como
también los hay que le asisten en el mal.
─ ¿Los espíritus simpáticos o simpatizantes obran en virtud
de una misión?
A veces pueden tener una misión temporal; pero lo más frecuente es que son solicitados
únicamente por la semejanza de pensamiento y de sentimientos, así en el bien
como en el mal.
─ ¿Parece resultar de esto que los espíritus simpáticos
pueden ser buenos o malos?
Sí. El hombre encuentra siempre espíritus que simpatizan con
él, cualquiera que sea su carácter.
─ ¿Los espíritus familiares son los mismos que los
simpáticos y protectores?
Hay muchos matices en la protección y en la simpatía. Dadles
el nombre que queráis. El espíritu familiar corresponde más bien al amigo del
hogar.
De las anteriores explicaciones y de las observaciones hechas sobre la naturaleza de los espíritus que se unen al hombre, puede deducirse lo siguiente:
El espíritu protector, ángel guardián o genio bueno, es el que tiene la misión de seguir al hombre durante la vida y ayudarle a progresar. Siempre es de naturaleza relativamente superior a la del protegido.
Los espíritus familiares se unen a ciertas personas por lazos más o menos duraderos con el objeto de serles útiles dentro de los límites de su poder, con frecuencia bastante limitado. Son buenos; pero a veces poco adelantados y hasta un poco ligeros. Se ocupan gustosos de los pormenores de la vida íntima, y solo obran con permiso de los espíritus protectores o por orden suya.
Los espíritus simpáticos son aquellos que nos atraen afectos particulares y cierta semejanza de gustos y sentimientos, así en el bien como en el mal. La duración de sus relaciones está siempre subordinada a las circunstancias.
El mal genio es un espíritu imperfecto o perverso que se une al hombre con la mira de alejarle del bien: pero obra de voluntad propia y no en virtud de una misión. Su tenacidad está en relación del acceso más o menos fácil que halla. El hombre es libre siempre de escuchar su voz o de rechazarla.
─ ¿Qué pensar de esas personas que parecen unirse a ciertos
individuos para arrastrarlos fatalmente a su perdición, o para guiarlos por el
buen camino?
Ciertas personas ejercen, en efecto, en otras, una especie
de fascinación que parece irresistible. Cuando esto se verifica por el mal, es el
caso en que los espíritus malos se sirven de otros malos para subyugar mejor.
Dios puede permitirlo para probaros.
─ Nuestros espíritus, bueno y malo, ¿podrían encarnarse para
acompañarnos durante la vida de una manera más directa?
Así sucede a veces; pero a menudo también encargan esa
misión a otros espíritus encarnados que les son simpáticos.
─ ¿Hay espíritus que se unen a toda una familia para
protegerla?
Ciertos espíritus se unen a los miembros de una misma
familia que viven juntos y unidos por el afecto; pero no creáis en espíritus
protectores de orgullo de razas.
─ Siendo atraídos los espíritus por sus simpatías hacia los
hombres, ¿lo son igualmente hacia las reuniones de individuos por causas
particulares?
Los espíritus acuden con preferencia a donde están sus
semejantes, pues allí están más a sus anchas y más seguros de ser escuchados.
El hombre atrae a los espíritus en razón de sus tendencias, ya esté solo, ya
forme un estado colectivo, como una sociedad, una ciudad o un pueblo. Hay,
pues, sociedades, ciudades y pueblos que están asistidos por espíritus de mayor
o menor grado de elevación, según el carácter y las pasiones que en ellos
dominan. Los espíritus imperfectos se alejan de los que los rechazan y resulta
que el perfeccionamiento moral de todos los colectivos, como el de los
individuos, tiende a descartar a los espíritus malos y a atraer a los buenos,
que excitan y mantienen el sentimiento del bien de las masas, como pueden otros
atizar las malas pasiones.
─ Las aglomeraciones de individuos, como las sociedades,
ciudades y naciones, ¿tienen sus espíritus protectores especiales?
Sí; porque esas reuniones son individualidades colectivas
que caminan hacia un fin común y que necesitan de una dirección superior.
─ Los espíritus protectores de las masas, ¿son de naturaleza
más elevada que los que se unen a los individuos?
Todo es relativo al grado de adelanto de las masas como al
de los individuos.
─ ¿Pueden ciertos espíritus cooperar al progreso de las
artes, protegiendo a los que las cultivan?
Hay espíritus protectores especiales, y que asisten a los
que invocan, cuando los consideran dignos; pero, ¿qué queréis que hagan por los
que se creen ser lo que no son? No hacen que los ciegos vean, ni que oigan los
sordos.
Los antiguos habían hecho de los espíritus protectores, divinidades especiales; las musas no eran más que la personificación alegórica de aquellos respecto de las ciencias y de las artes, como también designaban bajo el nombre de lares y penates a los espíritus protectores de la familia. Entre los modernos, las artes, las diferentes industrias, las ciudades y continentes tienen también sus patronos protectores, que no son más que espíritus superiores, pero bajo otros nombres.
Teniendo cada hombre sus espíritus simpáticos, resulta que en todos los colectivos la generalidad de los espíritus simpáticos está en relación con la generalidad de los individuos. Y los espíritus extraños son atraídos por la identidad de gustos y de pensamientos, en una palabra, esas reuniones lo mismo que los individuos, están mejor o peor rodeadas, asistidas e influidas según la naturaleza de pensamiento de la multitud.
En los pueblos las causas de atracción de los espíritus son las costumbres, los hábitos, el carácter dominante y sobre todo las leyes; porque el carácter de la nación se refleja en sus leyes. Los hombres que hacen imperar entre ellos la justicia, combaten la influencia de los malos espíritus. Donde quiera que las leyes consagran cosas injustas, contrarias a la humanidad, están en minoría los espíritus buenos, y la masa de los malos que aquí llegan mantienen a las naciones en semejantes ideas, y paralizan las buenas influencias parciales que se pierden entre la multitud, como la espiga aislada entre las ortigas. Estudiando las costumbres de los pueblos o de toda reunión de hombres, es, pues, fácil formarse una idea de la población oculta que se inmiscuye en sus pensamientos y acciones.