─ ¿Los espíritus conocen la época en que reencarnarán?
La presienten, como el ciego siente el fuego al que se aproxima. Saben
que han de volver a tomar cuerpo, como sabéis vosotros que habéis de morir un
día, sin saber cuándo sucederá.
─ ¿Es, pues, la reencarnación una necesidad de la vida espírita, como
la muerte es de la vida corporal?
Justamente es así.
─ ¿Todos los espíritus se preocupan con su reencarnación?
Los hay que ni siquiera piensan en ella, ni la comprenden, lo que
depende de su grado de adelanto. Para algunos es un castigo la incertidumbre en
la que están acerca de su porvenir.
─ ¿Puede el espíritu apresurar o retardar el momento de su
reencarnación?
Puede apresurarlo, solicitándolo con sus oraciones; y puede también
retardarlo, si retrocede ante la prueba. Porque entre los espíritus los hay
cobardes e indiferentes; pero no lo hace impunemente, pues sufre en
consecuencia, como el que retrocede ante un remedio saludable que puede
curarle.
─ Si un espíritu se considera bastante feliz en una condición mediana
entre los espíritus errantes, y si no ambiciona elevarse más, ¿podría prolongar
indefinidamente semejante estado?
Indefinidamente no; pues el progreso es una necesidad que tarde o
temprano experimenta el espíritu. Todos deben ascender, ese es su destino.
─ La unión del alma a tal o cual cuerpo, ¿está predestinada, o solo en
el último instante se hace la elección?
El espíritu está destinado con antelación, en el sentido de escoger la
prueba que quiere sufrir, el espíritu solicita encarnarse, y Dios que lo sabe y
ve todo, ha sabido anticipadamente que tal alma se unirá a tal cuerpo.
─ ¿Tiene el espíritu la elección del cuerpo en que ha de entrar, o
solamente la del género de vida que le ha de servir de prueba?
Puede elegir también el cuerpo; porque las imperfecciones de este son
pruebas que favorecen su progreso, si vence los obstáculos que en él encuentra;
pero no siempre depende de él la elección. Puede pedirla.
─ ¿Podría desistir el espíritu, en el último momento, de entrar en el
cuerpo elegido por él?
Si desistiese, sufriría por ello mucho más que aquel que ninguna prueba
hubiese intentado.
─ ¿Podría suceder que un niño que hubiera de nacer, no encontrase
espíritu que quisiese encarnarse en él?
Dios proveería entonces. Cuando para un niño su nacimiento es viable,
está siempre predestinado a tener un alma, pues nada ha sido creado sin
propósito.
─ ¿Puede ser impuesta por Dios la unión de un espíritu a un cuerpo determinado?
Puede ser impuesta lo mismo que las otras pruebas, sobre todo cuando
el espíritu no es apto aún para elegir con conocimiento de causa. Por vía de
expiación, el espíritu puede ser obligado a unirse al cuerpo de un niño que,
por su nacimiento y la posición que ocupará en el mundo, podrá ser objeto de
castigo.
─ Si aconteciese que muchos espíritus se presentasen pretendiendo el
mismo cuerpo que ha de nacer, ¿qué decidirían entre ellos?
Muchos pueden pedirlo, y Dios juzga en semejante caso el que es más
capaz de cumplir la misión a que está destinado el niño; pero te digo que el
espíritu está designado desde antes del momento de unirse al cuerpo.
─ ¿Acompaña al momento de la encarnación una turbación semejante a la
que se presenta cuando, por la muerte, el espíritu abandona un cuerpo?
Mucho mayor y sobre todo más prolongada. Al morir el espíritu sale de
la esclavitud, al tener que nacer, vuelve a ella.
─ ¿El instante en que un espíritu ha de encarnarse es solemne para él?
¿Realiza este acto como cosa seria e importante?
Viene a ser como un viajero que se embarca para una travesía
peligrosa, y que ignora si hallará la muerte en medio de las olas que
afrontará.
El viajero que se embarca sabe a qué peligros se expone; pero ignora si naufragará. Así sucede al espíritu: conoce la clase de pruebas a que se somete, pero ignora si sucumbirá.
Del mismo modo que la muerte del cuerpo es una especie de renacimiento para el espíritu, la reencarnación es para éste una especie de muerte o, mejor, de destierro o clausura. Abandona el mundo de los espíritus por el corporal, como el hombre abandona el mundo corporal por el de los espíritus. Sabe que se reencarnará, como el hombre, que morirá; pero, como este último, aquel no tiene conciencia de ello hasta el postrer instante cuando llega el tiempo deseado. Entonces, en aquel momento supremo, se apodera de él la turbación como del hombre que agoniza, turbación que dura hasta que la nueva existencia está completamente formada. Los preludios de la reencarnación son una especie de agonía para el espíritu.
─ La incertidumbre del espíritu sobre la eventualidad del éxito de las
pruebas que va a sufrir en la vida, ¿es causa de ansiedad antes de la
encarnación?
Ansiedad muy grande, puesto que las pruebas de la existencia lo
adelantarán o retardarán, según las soporte bien o mal.
─ En el momento de la reencarnación, ¿está acompañado el espíritu de
otros espíritus amigos que asisten a su partida del mundo espírita, como salen
a su encuentro cuando regresa?
Depende de la esfera en que habita el espíritu. Si se encuentra en la
esfera donde reina el afecto, los espíritus que le aman le acompañan hasta el
último momento, le animan y a veces hasta le siguen en la vida.
─ Los espíritus amigos que nos siguen en la vida, ¿son los que a veces
vemos en sueños, que nos demuestran afecto y que se nos presentan bajo formas
desconocidas?
A
menudo son ellos que vienen a visitaros como vosotros vais a ver al prisionero.