─ El espíritu, uniéndose al cuerpo, ¿se identifica con la
materia?
La materia no es más que la envoltura del espíritu, como el
vestido lo es del cuerpo. El espíritu, uniéndose al cuerpo, conserva los
atributos de su naturaleza espiritual.
─ Después de su unión con el cuerpo, ¿el espíritu ejerce con
toda libertad sus facultades?
El ejercicio de las facultades depende de los órganos que le
sirven de instrumento, y están debilitadas por la rudeza de la materia.
─ Según esto, la envoltura material, ¿es un obstáculo a la
libre manifestación de las facultades del espíritu, como un vidrio opaco se
opone a la libre emisión de la luz?
Sí, y muy opaco.
Puede compararse también la acción de la materia grosera del cuerpo sobre el espíritu, a la de un agua cenagosa que priva de libertad en los movimientos al cuerpo que en ella está sumergido.
─ El libre ejercicio de las facultades del alma, ¿está
subordinado al desarrollo de los órganos?
Los órganos son los instrumentos de manifestación de las
facultades del alma, y la manifestación está subordinada al desarrollo y al
grado de perfección de los mismos órganos, como la excelencia de un trabajo, a
la de la herramienta.
─ ¿De la influencia de los órganos puede inducirse una
analogía entre el desarrollo de los órganos cerebrales y el de las facultades
morales e intelectuales?
No confundáis el efecto con la causa. El espíritu tiene
siempre las facultades que le son propias, y no son los órganos los que
producen las facultades, sino que éstas determinan el desarrollo de los
órganos.
─ Según esto, ¿la diversidad de aptitudes y competitividades
en el hombre depende únicamente del estado del espíritu?
Únicamente no es el término del todo exacto. Las cualidades
del espíritu, el cual puede ser, en mayor o en menor grado, adelantado,
constituyen el principio; pero es preciso tener en cuenta la influencia de la
materia que de mayor o menor forma dificulta el ejercicio de las facultades.
Al encarnarse, el espíritu trae consigo ciertas predisposiciones, y si para cada una de ellas se admite un órgano correspondiente en el cerebro, el desarrollo de los órganos será un efecto y no una causa. Si las facultades tuviesen su principio en los órganos, el hombre sería una máquina sin libre albedrío e irresponsable en sus actos. Sería preciso admitir que los más grandes genios, los sabios, poetas, artistas, no son tales genios sino porque la casualidad les ha dado órganos especiales; de donde se sigue que, sin ellos, no hubieran sido genios. Y que el mayor de los imbéciles hubiera podido ser un Newton, un Virgilio o un Rafael, si hubiese estado dotado de ciertos órganos, suposición más absurda, aún, cuando se aplica a las cualidades morales. Según este sistema, San Vicente de Paul, dotado por la naturaleza de tal o cual órgano, hubiera podido ser un malvado, y al mayor de los facinerosos no le faltaría más que un órgano para ser San Vicente de Paul. Admitid, por el contrario, que los órganos especiales, sí existen, son consecutivos, que se desarrollan con el ejercicio de la facultad, como los músculos con el movimiento, y nada irracional encontraréis. Tomemos una comparación trivial a fuerza de ser exacta. Por ciertas señales fisiognométricas se conoce el hombre dado a la bebida; pero, ¿son aquellas las que le caracterizan de borracho, o la borrachera la que origina tales señales? Puede decirse que los órganos reciben el sello de las facultades.