Su característica principal es el predominio del espíritu sobre la materia y el deseo de hacer el bien. Sus cualidades y poder para practicarlo están en proporción del grado a que han llegado, poseyendo unos la ciencia, otros la sabiduría y la bondad y, los más adelantados, reuniendo el saber y las cualidades morales. No estando aún completamente desmaterializados, conservan más o menos, según su jerarquía, los vestigios de la existencia corporal, ora en la forma del lenguaje, ora en sus costumbres, en las que se llega a descubrir alguna de sus manías, y a no ser así, serían espíritus perfectos.
Comprenden a Dios y al infinito, y gozan de la felicidad de los buenos; son dichosos cuando hacen el bien e impiden el mal, y el amor que los une es para ellos origen de una dicha inefable nunca alterada por la envidia, por los remordimientos, ni por ninguna de las malas pasiones que atormentan a los espíritus imperfectos. No obstante, todos los de segundo orden aún han de sufrir pruebas hasta que alcancen la perfección absoluta.
Como espíritus, suscitan buenos pensamientos, alejan a los hombres del camino del mal, protegen, durante la vida, a quienes se hacen merecedores de protección y neutralizan la influencia de los espíritus imperfectos en aquellos individuos que no se complacen en tolerarla.
Las personas en quienes se encarnan son buenas y benévolas para con sus semejantes, no ceden al orgullo, al egoísmo y a la ambición, y no sienten odio, rencor, envidia ni celos. Practican el bien solo porque es el bien.
A este orden pertenecen los espíritus conocidos en las creencias populares con los nombres de Genios Buenos, Genios Protectores y Espíritus del Bien. En tiempos de superstición e ignorancia se les ha elevado a la categoría de divinidades bienhechoras.
Se dividen en cuatro grupos principales:
ESPÍRITUS SUPERIORES (de los cuatro grupos, estos son los superiores)
Reúnen la ciencia, la prudencia y la bondad. Cuando se recibe un contacto espiritual con ellos, su lenguaje solo respira benevolencia y es constantemente digno, elevado y a menudo sublime. Su superioridad los hace más aptos que los otros para darnos las nociones más exactas acerca de las cosas del mundo incorporal, dentro de los límites de aquello que es lícito saber al hombre. Se comunican voluntariamente con los que de buena fe buscan la verdad y cuya alma está bastante emancipada de los lazos terrestres para comprenderla. Se separan de quienes solo obran por curiosidad, o de quienes la influencia de la materia distrae de la práctica del bien.
Cuando, por excepción, se encarnan en alguien en la tierra, es para realizar una misión de progreso, de avance, y nos ofrecen el tipo de perfección a que puede aspirar la humanidad en este mundo.
ESPÍRITUS PRUDENTES
Las más elevadas cualidades morales son su carácter distintivo. Y, sin que sus conocimientos sean ilimitados, están dotados de aquella capacidad que proporciona un juicio recto a los hombres.
ESPÍRITUS SABIOS
Lo que principalmente les distingue es la extensión de sus conocimientos. Se ocupan menos de las cuestiones morales que de las científicas, para las cuales tienen más aptitud, pero solo consideran la ciencia unilateralmente, y no obedecen, al hacerlo, a ninguna de las pasiones propias de los Espíritus Imperfectos.
ESPÍRITUS BENÉVOLOS (de los cuatro grupos, estos son los inferiores).
Su cualidad dominante es la bondad. Se complacen en prestar servicios a la humanidad y protegerle; pero su saber es limitado, pues han progresado más moral que intelectualmente.