JUSTICIA Y DERECHOS
NATURALES
─ ¿El sentimiento
de justicia es natural, o resultado de ideas adquiridas?
Tan de tal modo es
natural que os subleváis a la idea de una injusticia. El progreso moral
desarrolla sin duda ese sentimiento, pero no lo produce. Dios lo ha puesto en
el corazón del hombre, y de aquí porqué encontráis a menudo en hombres sencillos
y primitivos nociones más exactas de la justicia que en los que saben mucho.
─ Si la justicia es
una ley natural, ¿a qué se debe que los hombres la entiendan de tan diferente
manera, y que alguien vea justo lo que a otro le parece injusto?
Es porque a ese
sentimiento se mezclan a menudo pasiones que lo alteran, como a la mayor parte
de los otros sentimientos naturales, y hacen que se vean las cosas desde un
punto de vista falso.
─ ¿Cómo puede
definirse la justicia?
La justicia
consiste en el respeto de los derechos de cada uno.
─ ¿De dónde resultan
esos derechos?
De dos cosas: Por
la ley humana y por la ley natural. Habiendo hecho los hombres leyes apropiadas
a sus costumbres y carácter, esas leyes han establecido derechos que han podido
variar con el progreso. Ved si vuestras leyes, aunque imperfectas aún,
consagran hoy los mismos derechos que en la edad media. Esos derechos caídos en
desuso, y que os parecen monstruosos, parecían justos y naturales en aquella
época. El derecho establecido por los hombres no está, pues, conforme siempre
con la justicia. No reglamenta, por otra parte, más que ciertas relaciones
sociales, mientras que, en la vida privada, hay una multitud de actos que son
únicamente de la competencia del tribunal de la conciencia.
─ Fuera del derecho
consagrado por la ley humana, ¿cuál es la base de la justicia fundada en la ley
natural?
Cristo os lo dijo: "Querer
para los otros lo que quisierais para vosotros mismos". Dios ha depositado
en el corazón del hombre la regla de la verdadera justicia, por el deseo que
siente cada uno de ver que se le respeten sus derechos. En la incertidumbre de
lo que se deba hacer respecto de su semejante, en una circunstancia dada,
pregúntese el hombre cómo quisiera que se portasen con él en tal circunstancia.
Dios no podía darle un punto de referencia o una guía más segura que su misma
conciencia.
El verdadero criterio de la justicia es, en efecto, el de querer para los otros lo que para sí mismo se quiere, y no el de querer para sí lo que para los otros se quisiera, lo cual es bastante diferente. Como es muy dado desear el mal para otro; entonces, tomando por punto de partida su deseo personal para consigo mismo, se está seguro de querer siempre el bien para su prójimo. En todos los tiempos y creencias, el hombre ha procurado que prevaleciese su derecho personal. La grandeza de la religión cristiana consiste en haber tomado el derecho personal como base del derecho del prójimo.
─ La necesidad del
hombre de vivir en sociedad, ¿le impone obligaciones particulares?
Sí, y la primera es
la de respetar el derecho de sus semejantes. Quien los respete será siempre
justo. En vuestro mundo donde tantos hombres no practican la ley de justicia,
cada uno hace uso de represalias, y esto es lo que produce la perturbación y
confusión de vuestra sociedad. La vida social da derechos e impone deberes
recíprocos.
─ Pudiendo
engañarse el hombre acerca de la extensión de su derecho, ¿qué le puede dar a
conocer su límite?
El límite del
derecho que reconoce a su semejante para con él en la misma circunstancia y
recíprocamente.
─ Pero si cada uno
se atribuye los derechos de su semejante, ¿cómo entonces queda la subordinación
a los superiores? ¿No es esto la anarquía de todos los poderes?
Los derechos
naturales son unos mismos para todos los hombres desde el más pequeño al más
grande; Dios no ha hecho a unos de barro más puro que a los otros, y todos ante
él son iguales. Esos derechos son eternos, y los establecidos por el hombre
desaparecen con las instituciones. Por lo demás, cada uno conoce muy bien su
fuerza o su debilidad, y sabrá siempre tener una especie de deferencia hacia
aquel que la merecerá por su virtud y ciencia. Importa consignar esto, para que
los que se crean superiores conozcan sus deberes a fin de merecer esa
deferencia. La subordinación no se verá comprometida, cuando la autoridad sea
conferida a la sabiduría.
─ ¿Cuál sería el
carácter del hombre que practicase la justicia en toda su pureza?
El verdadero justo,
a ejemplo de Jesús; porque practicaría el amor al prójimo y la caridad, sin lo
cual no existe verdadera justicia.
EL DERECHO DE
PROPIEDAD. ROBO
─ ¿Cuál es el
primero entre todos los derechos naturales del hombre?
El derecho a la
vida, y por esto nadie tiene derecho a atentar contra la vida de su semejante,
ni a hacer nada que pueda comprometer su existencia corporal.
─ El derecho a la
vida, ¿da al hombre el de reunir medios para vivir y, luego, para descansar
cuando no pueda ya trabajar?
Sí, pero debe
hacerlo en familia, como la abeja, por medio de un trabajo honrado, y no
amontonar como un egoísta. Hasta ciertos animales le dan el ejemplo de la
previsión.
─ ¿Tiene el hombre
el derecho a defender lo que ha reunido con su trabajo?
¿No ha dicho Dios: "No
hurtarás", y Jesús: "dad al César lo que es del César"?
Lo que el hombre reúne por medio del trabajo honrado es una propiedad legítima que tiene derecho a defender; porque la propiedad que es fruto del trabajo, es un derecho natural tan sagrado como el trabajar y vivir.
─ ¿El deseo de
poseer es natural?
Sí, pero cuando es
para sí exclusivamente y para satisfacción personal, es egoísmo.
─ ¿No es, empero,
legítimo el derecho de poseer, ya que el que tiene con qué vivir no es carga
para nadie?
Hay hombres
insaciables que acumulan sin provecho de nadie, o para satisfacer sus pasiones.
¿Crees que esto puede ser bien visto por Dios? Por el contrario, aquel que
reúne con su trabajo con la mira de ayudar a sus semejantes, practica la ley de
amor y de caridad, y su trabajo es bendecido por Dios.
─ ¿Cuál es el
carácter de la propiedad legítima?
Solo es legítima la
propiedad que ha sido adquirida sin perjuicio de otro.
Prohibiendo ─la ley de amor y de justicia─ que hagamos a otro lo que no quisiéramos que se hiciese con nosotros, condena por lo mismo todo medio de adquirir que fuese contrario a esa ley.
─ ¿Es indefinido el
derecho de propiedad?
No hay duda en que
todo lo que es legítimamente adquirido, es una propiedad; pero, según hemos
dicho, siendo imperfecta la legislación de los hombres, consagra a menudo
derechos convencionales que reprueban la justicia natural. Por esto reforman
sus leyes a medida que se realiza el progreso y comprenden mejor la justicia.
Lo que en un siglo parece perfecto, al siguiente puede parecer bárbaro.
CARIDAD Y AMOR AL PRÓJIMO
─ ¿Cuál es el
verdadero sentido de la palabra caridad tal como lo entendía Jesús?
Benevolencia para
con todos, paciencia y tolerancia con las imperfecciones de los otros, perdón
de las ofensas.
El amor y la caridad son complemento de la ley de justicia; porque amar al prójimo es hacerle todo el bien que nos es posible y que quisiéramos que a nosotros se nos hiciese. Tal es el sentido de las palabras de Jesús: "Amad unos a otros como hermanos".
La caridad, según Jesús, no está reducida a la limosna, sino que comprende todas las relaciones que tenemos con nuestros semejantes, ya sean nuestros inferiores, iguales o superiores. Nos ordena la indulgencia, porque de ella necesitamos nosotros, y nos prohíbe humillar al infeliz, muy al contrario de lo que se hace con harta frecuencia. Si es rica la persona que se presenta, se le tiene mil miramientos y consideraciones; pero, si es pobre, parece que no hay necesidad de tomarse por ella ninguna molestia. Y, por el contrario, mientras más lastimera es su situación, más debe temerse aumentar con la humillación su desgracia. El hombre verdaderamente bueno procura, disminuyendo la distancia, realzar al inferior ante sus propios ojos.
─ Jesús dijo
también: "Amad a vuestros enemigos". Y el amor a nuestros enemigos,
¿no es contrario a nuestras naturales tendencias, y no proviene la enemistad de
falta de simpatía mutua entre los espíritus?
Es indudable que no
se le puede tener a los enemigos un amor tierno y apasionado, y no quiso decir
eso. Amar a los enemigos es perdonarles y devolverles bien por mal. Así se hace
superior a ellos, al paso que con la venganza se hace inferior.
─ ¿Qué debemos
pensar de la limosna?
El hombre precisado
a pedir limosna se degrada moral y físicamente, se embrutece. En una sociedad
basada en la ley de Dios y en la justicia, debe proveerse a la subsistencia del
débil sin humillarle. Debe asegurarse la existencia a los que no pueden
trabajar, sin dejar su vida merced de la casualidad y de la buena voluntad.
─ ¿Censuráis la
limosna?
No, lo censurable
no es la limosna, sino el modo como se hace a menudo. El hombre de bien que
comprende la caridad según Jesús, sale al encuentro de la infelicidad sin
esperar que le tiendan la mano.
La verdadera caridad
es siempre buena y benévola, y está más en el gesto que en el hecho. Un favor
hecho con delicadeza tiene doble precio; pero si se hace con altanería, puede
hacerlo aceptable la necesidad, más el corazón no se conmueve.
Recordad también
que la ostentación quita ante Dios todo el mérito al beneficio. Jesús dijo:
"Que vuestra mano izquierda ignore lo que dé vuestra derecha",
enseñándoos de este modo a no manchar con el orgullo la caridad.
Es preciso
distinguir la limosna propiamente dicha de la beneficencia. No siempre el que
pide es el más necesitado. El temor a la humillación frena al verdadero
indigente, y a menudo sufre sin quejarse. A éste es a quien el hombre
verdaderamente humanitario sabe ir a buscar sin ostentación.
"Amaos unos a
otros". Esta es otra ley, ley divina por medio de la cual Dios gobierna
los mundos. El amor es la ley de atracción para los seres vivientes y
organizados; la atracción es la equivalente a la ley de amor para la materia
inorgánica.
No olvides nunca
que el espíritu, cualesquiera que sea su grado de talento y su situación en la
reencarnación o en la erraticidad, está siempre entre un superior que le guía y
perfecciona, y un inferior respecto del cual ha de cumplir idénticos deberes.
Sed, pues, caritativos, no solo con esa caridad que os induce a sacar de
vuestro bolsillo la pequeñez que dais con frialdad al que se atreve a
pedírosla, sino que sabéis salir al encuentro de las miserias ocultas. Sed compasivos
y tolerantes con las ridiculeces, rarezas, locuras y demás extravagancias de
vuestros semejantes. En lugar de despreciar la ignorancia y el vicio, instruid
y moralizad; sed afables y benévolos con todos los que os son inferiores,
practicad lo mismo respecto de los seres más ínfimos de la creación y, en esto,
habréis obedecido a la ley de Dios.
─ ¿Hay hombres
miserables por su propia culpa?
Sin duda; pero, si
una buena educación moral les hubiese enseñado a practicar la ley de Dios, no
caerían en los excesos que ocasionan su perdición. De esto depende
especialmente el mejoramiento de vuestro globo.
AMOR MATERNAL Y
FILIAL
─ ¿El amor maternal
es una virtud, o un sentimiento instintivo común a los hombres y a los
animales?
Lo uno y lo otro.
La Naturaleza ha dado a la madre el amor por sus hijos con la mira de la
conservación de estos; pero semejante amor en los animales está limitado a las
necesidades materiales. Cesa cuando los cuidados son innecesarios. En el hombre
dura toda la vida, y es susceptible de un desinterés y de una abnegación que
constituyen la virtud. Sobrevive hasta la muerte, y sigue al hijo hasta más
allá de la tumba. Ya veis, pues, que hay en él algo más que en el animal.
─ Puesto que el
amor maternal es natural, ¿cómo hay madres que aborrecen a sus hijos a menudo
desde el nacimiento?
A veces es una
prueba elegida por el espíritu del niño, o una expiación (castigo), si ha sido
un padre malo, o mala madre, o mal hijo en otra existencia. En todo caso, la
madre mala no puede estar animada más que por un espíritu malo que trata de
entorpecer al del hijo, a fin de que sucumba en la prueba que ha elegido. Pero
esta violación de las leyes de la Naturaleza no quedará impune y, por otra
parte, el espíritu del hijo será recompensado por los obstáculos que logre
vencer.
─ Cuando los padres
tienen hijos que les causan pesares, ¿son excusables si no sienten por esos
hijos la ternura que hubiesen sentido en el caso contrario?
No; porque es una carga que se les ha confiado, y
su misión consiste en esforzarse por inducirlos al bien. Y, además, esos
pesares son con frecuencia resultado de la mala tendencia o educación que les
han dejado adquirir desde la infancia. Los padres cosechan lo que han sembrado.