─ Los desengaños que nos hacen experimentar la
ingratitud y la fragilidad de los lazos de la amistad, ¿no son también para el
hombre de buen corazón, origen de amargura?
Sí; pero os enseñamos a compadecer a los ingratos y a
los amigos infieles, que serán más infelices que vosotros. La ingratitud es
hija del egoísmo, y el egoísmo encontrará más tarde corazones insensibles como
lo fue él. Pensad en todos aquellos que han hecho más cantidad de bien
comparados con vosotros, que valían más y a quienes de todas maneras se les ha
pagado con ingratitud. Pensad que el mismo Jesús fue deshonrado y despreciado
durante su vida, tratado de embaucador, impostor y mentiroso; y no os admiréis
de que os suceda lo mismo. Sea vuestra recompensa en el mundo el bien que
habéis hecho, y no miréis lo que dicen aquellos que lo han recibido. La
ingratitud es una prueba de vuestra persistencia en hacer el bien; ese deseo de
hacer el bien, os será tomado en cuenta, y los que os han desconocido serán
tanto más castigados cuanto más grande haya sido su ingratitud.
─ Los desengaños causados por la ingratitud, ¿no están
destinados a endurecer el corazón y cerrarlo a la sensibilidad?
Eso sería un error; porque el hombre de buen corazón
es feliz siempre por el bien que hace. Sabe que, si no se recuerda en esta
vida, se recordará en otra, y que el ingrato se avergonzará y tendrá
remordimientos.
─ ¿Esta idea no hace que tenga lacerado el corazón?
¿No puede esto inspirarle la de que sería más feliz, si fuese menos sensible?
Sí, si prefiere la felicidad del egoísta; ¡triste
felicidad!
Lo que ha de saber es, pues, que los amigos ingratos
que le abandonan no son dignos de su amistad, y que se ha equivocado en la
elección. Por lo tanto no debe echarlos de menos. Más tarde encontrará otros
que sabrán comprender mejor. Compadeced a los que tienen para con vosotros el
mal comportamiento que no merecéis, porque tendrán su triste sanción; pero no
os afectéis, este es el medio de sobreponeros a ellos.
La Naturaleza ha dado al hombre la necesidad de amar y ser amado. Uno de los mayores goces que le sea dado en La Tierra es el encuentro de corazones que simpatizan con el suyo, goce que le da las primicias de la dicha que le está reservada en el mundo de los Espíritus Perfectos, donde todo es amor y benevolencia. Semejante goce es rehusado al egoísta.