─ Los letárgicos y catalépticos
ven y oyen generalmente lo que pasa alrededor de ellos; pero no pueden
manifestarlo. ¿Ven y oyen con los correspondientes órganos del cuerpo?
No; con el espíritu, que se
reconoce; pero no puede comunicarse.
─ ¿Por qué no puede comunicarse?
Se opone a ello el estado del
cuerpo. Este estado particular de los órganos os sirve de prueba de que hay en
el hombre algo más que el cuerpo, pues que, a pesar de no funcionar el cuerpo,
obra el espíritu.
─ En el letargo, ¿puede el
espíritu separarse enteramente del cuerpo de modo que dé a este todas las
apariencias de la muerte, y luego volver a él?
En el letargo no está muerto el
cuerpo, puesto que desempeña funciones. La vitalidad está en estado latente,
como en la crisálida que está quieta pero no está exterminada. El espíritu
permanece unido al cuerpo mientras éste vive. Una vez rotos los lazos por la
muerte real y la disgregación de los órganos, la separación es perfecta y no
vuelve más el espíritu. Cuando un hombre aparentemente muerto vuelve en sí, es
señal de que la muerte no era completa.
─ Por medio de cuidados prestados
a tiempo, ¿se pueden reanudar los lazos que están a punto de romperse, y volver
la vida a un ser que moriría definitivamente por falta de auxilios?
Sin duda que sí, y cada día
tenéis la prueba de ello. Con frecuencia el magnetismo es en este caso un
poderoso remedio; porque restituye al cuerpo el fluido vital que le falta, y
que no era suficiente para mantener el funcionamiento de los órganos.
El letargo y la catalepsia tienen el mismo principio, que es la pérdida temporal de la sensibilidad y del movimiento por una causa fisiológica inexplicada aún. Se diferencian en que en el letargo la suspensión de las fuerzas vitales es general y da al cuerpo todas las apariencias de la muerte. En la catalepsia está localizada y puede afectar una parte más o menos extensa del cuerpo, de modo que deja a la inteligencia en la libertad de manifestarse, lo que impide que se confunda con la muerte. El letargo siempre es natural; la catalepsia a veces es espontánea, pero puede ser provocada y destruida artificialmente por la acción magnética.