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25.5.13

LEY DE ADORACIÓN – Objeto de la adoración – Adoración externa ─ Vida contemplativa ─ De la oración ─ Politeísmo ─ Sacrificios

OBJETO DE LA ADORACIÓN

─ ¿En qué consiste la adoración?

Es la elevación del pensamiento a Dios. Por medio de la adoración se aproxima el alma a él.

─ ¿La adoración es resultado de un sentimiento innato, o producto de una enseñanza?

Sentimiento innato como el de la Divinidad. La conciencia de la propia debilidad induce al hombre a inclinarse ante aquel que puede protegerle.

─ ¿Ha habido pueblos desprovistos de todo sentimiento de adoración?

No, porque nunca ha habido pueblos ateos. Todos comprenden que hay por encima de ellos un ser supremo.

─ ¿Puede considerarse que la adoración tiene su origen en la ley natural?

Está en la ley natural, puesto que es resultado de un sentimiento innato en el hombre, y por esto se la encuentra en todos los pueblos, aunque bajo diferentes formas.

ADORACIÓN EXTERNA

─ ¿Necesita la adoración de manifestaciones externas?

La verdadera adoración reside en el corazón. Siempre que hagáis algo pensad en el Señor, os está mirando.

─ ¿La adoración externa es útil?

Sí, cuando no es un vano simulacro. Siempre es útil dar buenos ejemplos; pero los que solo lo hacen por afectación y amor propio y cuya conducta desmiente la aparente piedad, dan más bien mal ejemplo que bueno, y causan más mal del que creen.

─ ¿Da preferencia Dios a los que le adoran de tal o cual manera?

Dios prefiere a los que le adoran desde lo íntimo del corazón con sinceridad, haciendo el bien y evitando el mal; los prefiere con respecto a aquellos que creen honrarle con ceremonias que no les hacen mejores para con sus semejantes.

Todos los hombres son hermanos e hijos de Dios, quien llama así a todos los que siguen sus leyes, cualquiera que sea la forma en que la expresen.

El que únicamente tiene apariencias de piedad es un hipócrita, y aquel cuya adoración no pasa de ser afectada y está en contradicción con su conducta, da mal ejemplo.

El que se dedica a la profesión de adorar a Cristo, y en su vida personal es orgulloso, envidioso, rabioso de la prosperidad ajena, duro e implacable para con los otros, o ambicioso de los bienes de este mundo, es religioso, os lo aseguro, de boca y no de corazón. Dios que todo lo ve dirá: El que conoce la verdad es cien veces más culpable del mal que hace, que el salvaje ignorante de la selva, y por eso será castigado con arreglo a este principio. Si al pasar un ciego tropieza con vosotros, le disculpáis; pero si es un hombre que tiene completa la vista, os quejaréis y con razón.

No preguntéis, pues, si existe una forma de adoración más conveniente que otra; porque es lo mismo que preguntar si es más grato a Dios que se le adore antes en éste que en aquel idioma. Vuelvo a deciros, que solo por la puerta del corazón se elevan hasta él los cánticos.

─ ¿Es, pues, censurable uno porque practique una religión en la cual no cree en el fondo de su alma, cuando se hace por humano respeto y para no escandalizar a los que piensan de distinto modo?

En esta como en otras muchas cosas, la regla es la intención. El que no tiene otra mira que respetar las creencias ajenas, no hace mal, y procede mejor que el que las ridiculice, porque éste no sería caritativo. Y el que la practica por interés y ambición, es despreciable a los ojos de Dios y de los hombres. No pueden ser gratos a Dios aquellos que solo aparentan humillarse ante él para captarse la aprobación de los demás.

─ ¿La adoración en común es preferible a la individual?

Los hombres reunidos por la comunidad de pensamientos y sentimientos tienen más fuerza para atraer a los espíritus buenos. Lo mismo sucede cuando se reúnen para adorar a Dios. Más no creáis por esto que la adoración particular sea menos buena porque cada uno puede adorar a Dios pensando en él.

VIDA CONTEMPLATIVA

─ Los hombres que se entregan a la vida contemplativa, sin hacer mal alguno y solo pensando en Dios, ¿son meritorios a sus ojos?

No; porque así como no hacen el mal, tampoco hacen el bien, y son seres inútiles; y dejar de hacer el bien es ya un mal. Dios quiere que se piense en él, pero no quiere que solo en él se piense, porque ha señalado al hombre deberes que cumplir en La Tierra. El que se consume en la meditación y en la contemplación nada meritorio hace para Dios; porque su vida es completamente personal e inservible a la humanidad, y Dios le pedirá cuentas del bien que no haya hecho.

LA ORACIÓN

─ ¿La oración es agradable a Dios?

La oración es agradable a Dios cuando la dicta el corazón porque todo para él se reduce a la intención, y la oración que sale del corazón es preferible a la que puede leerse, por bella que sea; y, menos, si se lee más con los labios que con el pensamiento. La oración es agradable a Dios cuando es hecha con fe, fervor y sinceridad; pero no creas que le conmueve la del hombre vano, orgullos y egoísta, a menos que constituya un acto de sincero arrepentimiento y de verdadera humildad.

─ ¿Cuál es el carácter general de la oración?

La oración es un acto de adoración. Rogar a Dios, es pensar en él, acercarse a él, ponerse en comunicación con él. Tres cosas puede uno proponerse en la oración: alabar, pedir y dar gracias.

─ ¿La oración hace mejor al hombre?

Sí; porque el que ora con fervor y confianza es más fuerte contra las tentaciones del mal, y Dios le envía buenos espíritus para que le asistan. La oración es un auxilio que nunca se niega, cuando es pedido con sinceridad.

─ ¿A qué se debe que ciertas personas que oran mucho, tienen sin embargo, muy mal carácter, son rabiosas de la prosperidad ajena, envidiosas, satíricas, carecen de benevolencia, de indulgencia y hasta llegan a ser viciosas a veces?

Lo esencial no es orar mucho, sino orar bien. Esas personas creen que todo el mérito está en la extensión de la oración, y cierran los ojos a sus propios defectos. La oración es para ellas una ocupación, un empleo de tiempo, pero no es un estudio de sí mismas. Lo ineficaz no es el remedio sino el modo de emplearlo.

─ ¿Puede suplicarse, con provecho, a Dios que nos perdone nuestras faltas?

Dios sabe discernir el bien del mal; la oración no encubre faltas. El que pide a Dios el perdón de las que ha cometido, no lo obtiene sino mudando de conducta. Las buenas acciones son la mejor oración, porque valen más los actos que las palabras.

─ ¿Puede orarse, con provecho, por otro?

El espíritu del que ora obra en virtud de la voluntad de hacer un bien. Por medio de la oración atrae a los espíritus buenos que se asocian al bien que quiere hacer.
Poseemos en nosotros mismos, por medio del pensamiento y de la voluntad, una potencia de acción que se extiende mucho más allá de los límites de nuestra esfera corporal. La oración hecha para otro es un acto de esa voluntad. Si es ardiente y sincera, puede atraer en ayuda de aquél a los espíritus buenos, a fin de sugerirle buenos pensamientos y darle la fuerza de cuerpo y alma que necesita. Pero también, en este caso, la única valedera es la oración de corazón, no significando nada la de los labios.
─ Las oraciones que hacemos para nosotros mismos, ¿pueden cambiar la naturaleza de nuestras pruebas y su curso?

Vuestras pruebas están en manos de Dios y las hay que deben ser sufridas hasta lo último; pero Dios entonces toma siempre en cuenta la resignación. La oración os atrae a los espíritus buenos que os dan fuerzas para soportarlas con valor, y os parecen menos duras. Lo hemos dicho, nunca es inútil la oración cuando se hace bien; porque da fuerzas, lo cual es de por sí un gran resultado. Ya lo sabes, ayúdate y el Cielo te ayudará. Por otra parte, Dios no cambia el orden de la naturaleza a gusto de cada uno; porque lo que es un gran mal desde vuestro punto de vista mezquino y desde vuestra efímera vida, es con frecuencia un gran bien en el orden general del Universo. Y, además, ¡cuántos males no hay cuyo autor es el mismo hombre por causa de su imprevisión o de sus faltas! El hombre es así castigado por donde él mismo ha pecado. Las peticiones justas son, empero, más escuchadas de lo que creéis; os figuráis que Dios no os ha oído, porque no os ha regalado un milagro, mientras él os asiste por medio de tal modo natural, que os parecen resultados de la casualidad o de la fuerza de las cosas, y a menudo también, y es lo más frecuente, os sugiere aquel pensamiento que necesitáis para salir por vosotros mismos del aprieto.

─ ¿Es útil orar por los muertos y por los espíritus que sufren y, en caso afirmativo, cómo pueden aliviarlos nuestras oraciones y abreviar sus padecimientos? ¿Tienen la fuerza para hacer que se desvíe la justicia de Dios?

La oración no puede producir el efecto de cambiar los designios de Dios; pero el alma por la cual se ora, experimenta alivio; porque la oración es una demostración del interés que se le da, y el infeliz se siente aliviado siempre que halla almas caritativas que compadecen sus dolores. Por otra parte, por medio de la oración se le excita al arrepentimiento y al deseo de hacer aquello que es necesario para ser feliz. En este sentido, es como puede abreviarse su pena, si a su vez se ayuda con su buena voluntad. El deseo de mejorarse, estimulado por la oración, atrae, hacia el espíritu que sufre, espíritus mejores que vienen a ilustrarle, a consolarle y a darle esperanza. Jesús oraba por las ovejas descarriadas, y os enseña de este modo que seríais culpable si no lo hicieseis por aquellos que más lo necesitan.

 ─ ¿Qué debe pensarse de la opinión que rechaza la oración por los muertos, porque no está establecida en el evangelio?

Cristo dijo a los hombres: "Amaos los unos a los otros", recomendación que envuelve la de emplear todos los medios posible de demostrar afecto, sin descender a los pormenores para el logro de este objetivo. Si es cierto que nada puede apartar al creador de aplicar la justicia a todas las acciones del espíritu, no lo es menos para la oración que le dirigís por aquel que os inspira afecto, al cual no puede menos de aliviar sus sufrimientos y consolarle, además de darse cuenta de que se le recuerda. Desde el momento en que se da señales del más leve arrepentimiento, y solamente entonces, es socorrido; pero nunca se le hace ignorar que un alma simpática se ha ocupado de él, y se le concede el grato pensamiento de que aquella intercesión le ha sido útil. Resulta necesariamente un sentimiento de gratitud y de afecto hacia el que le ha dado la prueba de simpatía o de piedad y, por consiguiente, el amor recomendado por Cristo a los hombres que se ha acrecentado entre ellos; ambos han obedecido a la ley del amor y de unión entre todos los seres, ley divina que ha de producir la unidad, objetivo y fin del espíritu.

 ─ ¿Puede suplicarse en oración a los espíritus?

Puede suplicarse a los espíritus buenos porque son mensajeros de Dios y ejecutores de su voluntad; pero su poder está siempre en proporción de su superioridad y depende siempre del Señor de todas las cosas, sin cuyo permiso nada se hace, y por esto las oraciones que se les dirigen son eficaces únicamente cuando merecen la aprobación de Dios.

POLITEÍSMO
El politeísmo es un sistema religioso cuyos seguidores creen en la existencia de múltiples dioses o divinidades, normalmente organizadas en una jerarquía o panteón.
─ ¿Por qué el politeísmo es una de las creencias más antiguas, siendo falsa?

El hombre no puede concebir el pensamiento de un Dios único, sino como producto del desarrollo de sus ideas. Incapaz, en su ignorancia, de concebir un ser inmaterial sin forma determinada y obrando en la materia, le había dado los atributos de la naturaleza corporal; es decir, una forma y una figura, y desde entonces todo lo que le parecía que traspasaba las proporciones de la inteligencia vulgar, era para él una divinidad. Todo lo que no comprendía debía ser obra de un poder sobrenatural; y de esto, a creer en tantos poderes distintos como efectos veía, no había más que un paso. Pero en todo tiempo ha habido hombres ilustrados que han comprendido la imposibilidad de esa multitud de poderes para el gobierno del mundo sin una dirección superior, y se han elevado al pensamiento de un Dios único.

─ Habiéndose producido los fenómenos espíritas en todos los tiempos y siendo conocidos desde las primeras edades del mundo, ¿no habrán sido ellos ─los espíritus─ quienes han hecho creer en la pluralidad de dioses?

Indudablemente; porque llamando los hombres dios a todo lo que sea sobrehumano, los espíritus eran dioses para ellos, y por esto cuando un hombre se distinguía por sus acciones, por su genio o por un poder oculto incomprensible para el vulgo, se le hacía un dios y se le tributaba culto después de muerto.
La palabra 'dios' tenía entre los antiguos, una acepción muy amplia. No era, como en nuestros días, una personificación del autor de la naturaleza, sino una calificación genérica dada a todo ser que estuviese fuera de las condiciones de la humanidad. Habiéndoles, pues, revelado las manifestaciones espiritistas la existencia de seres incorporales que obraban como fuerzas de la naturaleza, los terminaron llamando dioses, así como nosotros los llamamos espíritus, simple cuestión de palabra; aunque con la diferencia de que por su ignorancia, sostenida expresamente por los que tenían interés en ello, les elevaban templos y altares muy llamativos. Mientras que para nosotros no son más que criaturas sencillas y con un mayor o menor grado de perfección y despojadas de envoltura terrestre. Si se estudia con atención los diversos atributos de las divinidades paganas, fácilmente se reconocerá en ellos lo asociado con los espíritus que ocupan los grados de la escala espírita, su estado físico en los mundos superiores, todas las propiedades del periespíritu y la parte que toman en las cosas de La Tierra.
El Cristianismo al derramar sobre el mundo su divina luz, no pudo destruir una cosa que está en la naturaleza; pero hizo que se dirigiese la adoración a aquél a quien pertenece. Respecto de los espíritus, su recuerdo se ha perpetuado bajo diferentes nombres, según los pueblos; sus manifestaciones que jamás han faltado, han sido diversamente interpretadas y explotadas con frecuencia bajo el prestigio de lo misterioso, y de paso la religión ha visto en ellas fenómenos milagrosos, así como los incrédulos han visto supercherías. Hoy, gracias a un estudio más serio, hecho públicamente, el Espiritismo, libre de las ideas supersticiosas que lo han oscurecido durante muchos siglos, nos revela uno de los más grandes y sublimes principios de la naturaleza.
SACRIFICIOS

─ El uso de los sacrificios humanos data de la más remota antigüedad. ¿Cómo pudo el hombre ser inducido a creer que semejantes cosas pudieran ser gratas a Dios?

Ante todo, porque no comprendía a Dios como origen de toda bondad. En  los pueblos primitivos la materia se sobrepone al espíritu; se entregan a los instintos del bruto, y de aquí que sean generalmente crueles; porque aún no se ha o no se había desarrollado en ellos el sentido moral. Además, los hombres primitivos debían creer naturalmente que una criatura animada era de mucho más valor a los ojos de Dios que un cuerpo material. Esto fue lo que les indujo a inmolar, en un principio animales y, más tarde, hombres, puesto que, siguiendo su falsa creencia, creían que el valor del sacrificio estaba en relación con la importancia de la víctima. En la vida material, tal como la practicáis la mayor parte, si hacéis un regalo a alguien, lo elegís siempre de tanto más valor cuanta más simpatía y consideración queréis demostrar a la persona. Lo mismo, con respecto de Dios, hacían los hombres ignorantes.

─ Según esta explicación, ¿los sacrificios humanos no tienen su origen en un sentimiento de crueldad?

No, sino en una idea errada de agradar a Dios. Contemplad a Abraham. Con el tiempo los hombres abusaron inmolando a sus enemigos, incluyendo los enemigos particulares. Por lo demás, Dios nunca ha exigido sacrificios, ni de animales, ni de hombres, y no puede honrársele con la destrucción inútil de una de sus propias criaturas.

─ Los sacrificios humanos llevados a cabo por intención piadosa, ¿han podido a veces ser agradables a los ojos Dios?

No, nunca; pero Dios juzga la intención. Siendo ignorantes los hombres podían creer que hacían un acto laudable inmolando a uno de sus semejantes y, en este caso, Dios no se fijaba más que en el pensamiento y no en el hecho. Mejorándose los hombres, debían reconocer su error y reprobar esos sacrificios que no habían de formar parte de las ideas de las inteligencias ilustradas. Y digo ilustradas, porque las inteligencias estaban envueltas entonces en el velo material; pero por medio del libre albedrío podían tener una noción de su origen y de su fin, y muchos comprendían ya por intuición el mal que hacían; pero, por satisfacer sus pasiones, no dejaban de hacerlo.

─ ¿Qué hemos de pensar de las guerras llamadas sagradas? El sentimiento que induce a los pueblos fanáticos a exterminar lo más que les es posible a quienes no comulgan con sus creencias, con la mira de ser agradables a Dios, ¿parece que tienen el mismo origen que el que en otros tiempos les excitaba al sacrificio de sus semejantes?

Son impelidos por los espíritus malos, y al hacer la guerra a sus semejantes, se oponen a la voluntad de Dios que dice que debe amarse al hermano como a sí mismo. Todas las religiones o, mejor, todos los pueblos, adoran a un mismo Dios ya sea con éste, ya con aquel nombre, ¿y por qué, pues, hacerles una guerra de exterminio, porque su religión es diferente o no ha llegado al progreso de la de los pueblos civilizados? Los pueblos son excusables de que no creen la palabra de aquél que estaba animado del espíritu de Dios y fue por él enviado, sobre todo los que no lo vieron, ni fueron testigos de sus actos, ¿y cómo queréis que crean esa palabra de paz, cuando se la lleváis espada en mano? Deben ilustrarse y nosotros debemos procurar hacerles conocer la doctrina de aquél por medio de la persuasión y dulzura, y no por medio de la fuerza y de la sangre. La mayor parte de vosotros no creéis en las comunicaciones que tenemos con ciertos mortales, ¿cómo queréis, pues, que los extraños crean vuestra palabra, cuando vuestros actos desmienten la doctrina que predicáis?

─ La ofrenda de frutos de la tierra hecha a Dios, ¿era más meritoria a sus ojos que los sacrificios de animales?

Ya os he respondido diciéndoos que Dios juzgaba la intención, y que el hecho tenía poca importancia para él. Evidentemente érale más agradable ver que ofrecían los frutos de la tierra en vez de la sangre de las víctimas. Como os hemos dicho, y siempre os repetimos, la oración que sale de lo íntimo del corazón es cien veces más grata a Dios que todas las ofrendas que podéis hacerle. Repito que todo lo es la intención y nada el hecho.

─ ¿No sería un medio de hacer esas ofrendas más agradable a Dios consagrándolas al alivio de los que carecían de lo necesario y, en este caso, el sacrificio de animales hecho con un fin útil no sería más meritorio, al tiempo que era abusivo cuando para nada servía o solo era provechoso a personas a quienes nada hacía falta? ¿No había algo de piadoso verdaderamente en consagrar a los pobres las primicias de los bienes que Dios nos concede en La Tierra?

Dios bendice siempre a los que hacen bien, y el mejor medio de honrarle es el de aliviar a los pobres y afligidos. No quiero decir con esto que Dios desapruebe las ceremonias que hacéis para suplicarle; pero mucho dinero existe que podría emplearse con más utilidad de la que se emplea. Dios aprecia la sencillez en todo. El hombre que se apega a las exterioridades y no al corazón, es un espíritu de mezquinas aspiraciones. Juzgad, pues, si Dios ha de fijarse más en la forma que en el fondo.