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11.5.13

CONOCIMIENTO DE SÍ MISMO

─ ¿Cuál es el medio práctico más eficaz para mejorarse en esta vida y resistir al impulso, a la tentación o la provocación del mal?

Un sabio de la antigüedad os lo dijo: conócete a ti mismo.

─ Comprendemos toda la sabiduría de esta máxima; pero la dificultad consiste en conocerse a sí mismo. ¿Qué medio hay para conseguirlo?

Haced lo que yo mismo hice durante mi vida terrena: al terminar el día interrogaba a mi conciencia, pasaba revista a lo que había hecho y me preguntaba si no había infringido algún deber, si nadie había tenido que quejarse de mí. Así fue como llegué a conocerme y a ver lo que en mí debía reformarse. Aquel que cada noche, recordase todas sus acciones de durante el día y se preguntase el mal o el bien que ha hecho, suplicando a Dios y a su ángel guardián que le iluminasen, adquirirá una gran fuerza para perfeccionarse, porque, creedlo, Dios le asistirá. Proponeos, pues, cuestiones, y preguntaos lo que habéis hecho, y el objetivo con que, en circunstancia tal, habéis obrado; si habéis hecho algo que en otro hubieseis censurado; si habéis ejecutado alguna acción que no os atreveríais a confesar. Preguntaos también lo siguiente: Si a Dios le complaciese llamarme en este momento, ¿tendría, al entrar en el mundo de los espíritus donde nada hay oculto, que temer la presencia de alguien? Examinad lo que hayáis podido hacer contra Dios, contra vuestro prójimo y contra vosotros mismos, en fin, las contestaciones serán reposo para vuestra conciencia, o indicación de un mal que es preciso curar.

El conocimiento de sí mismo es, pues, la clave del mejoramiento individual pero diréis: ¿Cómo juzgarse uno a sí mismo? ¿No tenemos la ilusión del amor propio que mengua las faltas y las excusa? El avaro se cree económico y previsor, el orgulloso no cree tener más que dignidad. Esto es muy cierto, pero tenéis un medio de comprobación que no puede engañaros. Cuando estéis indecisos acerca del valor de una de vuestras acciones, preguntaos cómo la calificaríais, si fuese de otra persona. Si la censuráis en otro, no podrá ser más legítima en vosotros, pues no tiene Dios dos medidas para la justicia. Procurad también saber lo que piensan los otros, y no olvidéis la opinión de vuestros enemigos; porque estos no tienen interés en falsear la verdad, y a menudo Dios los pone a vuestro lado como un espejo, para advertiros con mayor franqueza que un amigo. Aquel, pues, que tenga la voluntad decidida de mejorase, explore su conciencia a fin de arrancar de ella las mala inclinaciones, como de un jardín las plantas nocivas; pase balance moral del día transcurrido como lo pasa el comerciante de sus ganancias y pérdidas, y yo le aseguro que el uno será más provechoso que el otro. Si puede decirse que ha sido buena su jornada, puede dormir tranquilo y esperar sin temor el despertar a otra vida.

Haceos, pues, preguntas claras y terminantes y no temáis el multiplicarlas, que bien pueden emplearse algunos minutos para lograr una dicha eterna. ¿Acaso no trabajáis diariamente con la mira de recoger medios que os permitan descansar en la ancianidad? ¿No es semejante descanso objeto de todos vuestros deseos, objeto que os hace sufrir trabajos y privaciones momentáneas? Pues bien, ¿qué es ese descanso de algunos días, interrumpido por las flaquezas del cuerpo, en comparación del que espera al hombre de bien? ¿No vale esto la pena de hacer algunos esfuerzos? Ya sé que muchos dicen que el presente es positivo, e incierto el porvenir, más precisamente esta es la idea que estamos encargados de desvanecer en vosotros, porque queremos haceros comprender aquel porvenir de tal modo, que no deje duda alguna en vuestra alma. Por esto, al principio, llamamos vuestra atención con fenómenos aptos para excitar vuestros sentidos, y luego os damos instrucciones que cada uno de vosotros está obligado a propagar. Con este objetivo es que varios espíritus hemos colaborado a responder y aclarar todas las preguntas e inquietudes, a fin de que se haga con toda esta información un paquete de lo que, en verdad, constituye una doctrina... para que se dé a conocer.
Muchas faltas que cometemos nos pasan desapercibidas. En efecto, si siguiendo el anterior consejo dado por el espíritu de quien en La Tierra fuera SAN AGUSTÍN, interrogásemos con más frecuencia nuestra conciencia, veríamos cuántas veces hemos faltado sin pensarlo por no examinar la naturaleza y móvil de nuestras acciones. La forma interrogativa es algo más precisa que una máxima que a menudo no nos aplicamos. Exige respuestas categóricas, afirmativas o negativas que no consienten alternativas; son otros tantos argumentos personales, y por la suma de las respuestas puede computarse la suma del bien y del mal que en nosotros existe.