─ ¿Los espíritus tienen algo más que hacer que mejorarse a
sí mismos?
Concurren a la armonía del Universo ejecutando la voluntad
de Dios, cuyos ministros son. La vida espírita es una ocupación continua, pero
nada penosa como las ocupaciones de La Tierra, porque no existe cansancio
corporal, ni angustias de las necesidades.
─ Los espíritus inferiores e imperfectos, ¿desempeñan
también funciones útiles en el Universo?
Todos tienen deberes que cumplir. ¿Por ventura el último de
los trabajadores peones no contribuye como el arquitecto a levantar el
edificio?
─ ¿Cada uno de los espíritus tiene atributos especiales?
Es necesario decir que debemos habitar todas las partes y adquirir
conocimiento de todas las cosas, presidiendo sucesivamente todas las partes del
Universo. Pero, como dice el Eclesiastés, todo tiene su tiempo y, así, éste
cumple hoy su destino en ese mundo, aquél lo cumplirá o lo ha cumplido en otro
tiempo en La Tierra, en el agua, en el aire, etc.
─ ¿Las funciones que desempeñan los espíritus en el orden de
las cosas son permanentes para cada uno, y de las atribuciones exclusivas de
ciertas clases?
Todos deben recorrer los diferentes grados de la escala para
perfeccionarse. Dios que es justo no ha podido querer dar a unos la ciencia sin
trabajo, permitiendo que solo con fatiga la adquieran otros.
De la misma manera entre los hombres, nadie llega al supremo grado de destreza en un arte cualquiera, sin haber adquirido los necesarios conocimientos en la práctica de las más ínfimas ocupaciones de ese arte.
─ No teniendo nada que adquirir los espíritus del orden más
elevado, ¿están en reposo absoluto, o tienen ocupaciones?
¿Qué quieres que hicieran eternamente? La eternidad ociosa
sería un suplicio eterno.
─ ¿Cuál es la naturaleza de sus ocupaciones?
Recibir directamente las órdenes de Dios, transmitirlas a
todo el Universo y velar por su ejecución.
─ ¿Las ocupaciones de los espíritus son incesantes?
Incesantes, si se entiende que su pensamiento está siempre
activo, porque con el pensamiento viven. Pero no se han de comparar las
ocupaciones de los espíritus con las materiales de los hombres. La misma
actividad de que hablamos es un placer, porque tienen así conciencia de que son
útiles.
─ Concíbese esto de los espíritus buenos; pero, ¿sucede lo
mismo con los inferiores?
Los espíritus inferiores tienen ocupaciones apropiadas a su
naturaleza. ¿Confiáis al peón y al ignorante los trabajos del hombre de inteligencia?
─ Entre los espíritus, ¿los hay ociosos o que no se ocupan
de algo útil?
Sí; pero este estado es temporal y está subordinado al
desarrollo de su inteligencia. Ciertamente que los hay, como entre los hombres,
que solo viven para sí mismos; pero esta ociosidad les pesa y tarde o temprano
el deseo de progresar les hace sentir la necesidad de la actividad, y son
felices pudiendo ser útiles. Hablamos de los espíritus que han llegado al punto
de tener conciencia de sí mismos y libre albedrío; porque en su origen son como
los niños que acaban de nacer, y que obran más por instinto que por voluntad
deliberada.
─ ¿Los espíritus examinan nuestros trabajos artísticos y se
interesan en ellos?
Examinan lo que puede probar
la elevación de sus espíritus y su progreso.
─ Un espíritu que ha cultivado una especialidad en la
tierra, un pintor, un arquitecto, por ejemplo, ¿se interesa preferentemente en
los trabajos que le han sido predilectos durante la vida?
Todo se confunde en el fin general. Si es bueno, se interesa
tanto como se lo permite la ocupación de ayudar a las almas a elevarse hacia
Dios. Olvidáis, además, que un espíritu que ha practicado un arte en la
existencia corporal, puede haber practicado otro en otra existencia; porque
preciso es que lo sepa todo para ser perfecto y, así, según su grado de
adelanto, puede no haber especialidad para él; y, esto, entiéndase, cuando digo
que todo se confunde en el fin general. Notad también lo siguiente: lo que es
sublime para vosotros en vuestro mundo atrasado, son puerilidades o nimiedades en
mundos más adelantados. ¿Cómo queréis que espíritus que habitan mundos donde
existen artes desconocidas para vosotros, admiren lo que para ellos es una obra
de aprendiz? Ya lo he dicho: examinan lo que puede probar el progreso.
─ Concebimos que así suceda en espíritus muy adelantados;
pero hablamos de espíritus más vulgares y que no se han hecho superiores aún a
las ideas terrestres.
En cuanto a estos, es diferente. Su punto de vista es más
limitado, y pueden admirar lo que vosotros admiráis.
─ ¿Los espíritus participan a veces de nuestras ocupaciones
y placeres?
Los espíritus vulgares, como tú dices, sí, los cuales están
sin cesar a vuestro alrededor y en lo que hacéis toman a veces una parte muy
activa, según su naturaleza. Y esto es muy necesario para impeler a los hombres
hacia los diferentes senderos de la vida, excitar o moderar sus pasiones.
Los espíritus se ocupan de las cosas de este mundo en proporción de su superioridad o inferioridad. Los espíritus superiores tienen sin duda la facultad de considerarlas en sus más pequeños detalles, pero únicamente lo hacen cuando es útil al progreso. Solo los espíritus inferiores le otorgan una importancia relativa a los recuerdos presentes aún en su memoria, y a las ideas materiales no olvidadas aún.
─ ¿Los espíritus que tienen misiones que cumplir, las
cumplen en estado de erraticidad o de encarnación?
Pueden tenerlas en ambos estados; y, para ciertos espíritus
errantes, las misiones son una gran ocupación.
─ ¿En qué consisten las misiones que pueden tener a su cargo
los espíritus errantes?
Son tan variadas, que sería imposible describirlas y,
además, las hay que no podéis comprender. Los espíritus ejecutan la voluntad de
Dios, y no podéis penetrar todos sus designios.
Las misiones de los espíritus siempre tienen el bien por objeto. Ya como espíritus, ya como hombres, están encargados de favorecer el progreso de la humanidad, de los pueblos o de los individuos en un círculo de ideas, en mayor o en menor grado, extenso; en mayor o en menor grado, especial, de preparar el camino a ciertos acontecimientos y velar por la realización de ciertas cosas. Algunos tienen misiones más restringidas y en cierto modo personales o del todo locales, como asistir a los enfermos, a los agonizantes, a los afligidos, velar por aquellos cuyos guías y protectores son, y dirigirlos por medio de sus consejos o sugiriéndoles buenos pensamientos. Puede decirse que hay tantas especies de misiones como clases de intereses que vigilar, ya en el mundo físico, ya en el moral. El espíritu adelanta según el modo como cumple su tarea.
─ ¿Los espíritus penetran y comprenden siempre los designios
que están encargados de ejecutar?
No; los hay que son instrumentos ciegos; pero, otros, saben
muy bien la finalidad con que obran.
─ ¿Solo los espíritus elevados cumplen misiones?
La importancia de las misiones está en proporción de la
capacidad y elevación del espíritu. El mensajero que lleva un sobre cerrado con
un recado militar, cumple también una misión; pero muy distinta de la del
general.
─ ¿La misión es impuesta al espíritu, o depende de su
voluntad?
La pide y es feliz obteniéndola.
─ Una misma misión, ¿puede ser solicitad por muchos
espíritus?
Sí, y a menudo hay muchos candidatos; pero no todos son
admitidos.
─ ¿En qué consiste la misión de los espíritus encarnados?
Instruir a los hombres; favorecer su progreso; mejorar sus
instituciones por medios directos y materiales. Pero las misiones, en mayor o
en menor grado, son generales e importantes, pues el que cultiva la tierra
cumple una misión, lo mismo que el que gobierna o instruye. Todo se encadena en
la naturaleza, y al mismo tiempo que el espíritu se purifica en la encarnación,
concurre, bajo esta forma, al cumplimiento de las miras de La Providencia. Cada
cual tiene su misión en La Tierra, porque cada cual puede ser útil en algo.
─ ¿Cuál puede ser la misión de las personas voluntariamente
inútiles en La Tierra?
Hay efectivamente personas que solo para sí viven y no saben
hacerse útiles para nada. Son pobres seres a quienes se ha de compadecer;
porque expiarán o pagarán cruelmente su voluntaria inutilidad, y a menudo
empiezan su castigo en La Tierra por medio del disgusto y cansancio de la vida.
─ Puesto que podían elegir, ¿por qué prefirieron una vida
que de nada les sirve?
Entre los espíritus los hay también perezosos que retroceden
ante una vida laboriosa. Dios les deja en libertad, pues comprenderán más tarde
y a expensas suyas, los inconvenientes de su inutilidad, y serán los primeros
en pedir que se les permita reparar el tiempo perdido. Ellos no necesariamente
han escogido nacer para tener una vida inútil; pero una vez en ella,
retroceden, y se dejan llevar de las sugestiones inculcadas por los espíritus
que los incitan hacia la pereza y la holgazanería.
─ Las ocupaciones vulgares antes nos parecen deberes que
misiones propiamente dichas. La misión, según el sentido que se le da a esta
palabra, tiene un carácter de importancia menos exclusiva y sobre todo menos
personal. Bajo este aspecto, ¿cómo puede conocerse que un hombre tiene una
misión real en La Tierra?
Por las grandes cosas que realiza y por los progresos que
hace que hagan sus semejantes.
─ Los hombres que tienen una misión importante, ¿están
predestinados para ella antes de su nacimiento, y la conocen?
A veces, sí; pero la mayor parte de las veces la ignoran. Al
venir a La Tierra, solo tienen un fin vago, y su misión se deja entrever
después de su nacimiento, y según las circunstancias. Dios los impele hacia el
camino por donde han de cumplir sus designios.
─ Cuando un hombre hace algo útil, ¿es siempre en virtud de
una misión anterior y predestinada, o puede recibir una misión imprevista?
Todo lo que el hombre hace no es resultado de una misión
predestinada y, a menudo, es instrumento de que se sirve un espíritu para hacer
ejecutar una cosa que cree útil. Un espíritu, por ejemplo, juzga que sería
oportuno escribir un libro que él mismo escribiría si estuviese encarnado,
busca el escritor más apto para comprender y ejecutar su pensamiento, sugiérele
la idea de hacerlo, y le dirige en la ejecución. Aquí este hombre no ha venido
a La Tierra con la misión de escribir esa obra. Lo mismo puede decirse de
ciertos trabajos artísticos o descubrimientos. Preciso es decir también que
durante el sueño de su cuerpo, el espíritu encarnado se comunica directamente
con el espíritu errante, y convienen detalles para la ejecución.
─ ¿El espíritu puede, por culpa suya, faltar a su misión?
Sí; cuando no es un espíritu superior.
─ ¿Qué consecuencias le resultan de ello?
Le es preciso renovar la tarea, tal es su castigo, y además
sufrirá las consecuencias del mal que haya causado.
─ Puesto que el espíritu recibe su misión de Dios, ¿cómo
puede éste confiar una misión importante y de interés general a un espíritu que
podría faltar a ella?
¿No sabe Dios si un general alcanzará la victoria o será
vencido? Estad seguros que lo sabe, y sus planes, cuando son importantes, no
son confiados a aquellos que han de abandonar la obra a medio hacer. Toda la
cuestión se reduce para vosotros al conocimiento del porvenir que Dios posee;
pero que no es dado distinguir a vosotros.
─ El espíritu que se encarna para cumplir una misión, ¿tiene
el mismo temor que aquel que lo hace para prueba?
No; porque tiene experiencia.
─ Los hombres muy inteligentes que son las lumbreras del género
humano, que lo ilustran con su genio, tienen en realidad una misión. Pero entre
ellos los hay que se engañan y que, junto a grandes verdades, esparcen grandes
errores, ¿cómo debe considerarse su misión?
Como falseada por ellos mismos. Son inferiores a la tarea
que han emprendido. Preciso es, sin embargo, tener en cuenta las
circunstancias. Los hombres de genio han tenido que hablar según los tiempos, y
tal enseñanza que parece errónea o infantil en una época adelantada, podía
bastar a su siglo.
─ ¿Puede considerarse la paternidad como una misión?
Sin duda es una misión y al mismo tiempo un deber muy grande
que compromete para el porvenir la responsabilidad más de lo que el hombre se
imagina. Dios ha puesto al niño bajo la tutela de sus padres para que éstos le
guíen en la senda del bien, y le ha facilitado la tarea dando a aquél un
organismo endeble y delicado, que le hace accesible a todas las impresiones.
Pero padres hay que se ocupan más de enderezar los árboles de su jardín y en
hacerlos dar mucho fruto, que en enderezar el carácter de su hijo. Si este
sucumbe por falta de aquellos, sufrirán la pena, y los padecimientos del hijo,
en la vida futura recaerán sobre ellos; porque no hicieron lo que estaba en sus
manos por su adelanto en el camino del bien.
─ Si un niño es malo, a pesar de los cuidados de sus padres,
¿son responsables estos?
No; pero mientras más malas sean las disposiciones del hijo,
más pesada es la tarea, y mayor será el mérito si consiguen separarle del mal
camino.
─ Si un niño se hace bueno, a pesar de la negligencia o
malos ejemplos de sus padres, ¿obtienen estos algún provecho?
Dios es justo.
─ ¿Cuál puede ser la naturaleza de la misión del
conquistador que solo ha tratado de satisfacer su ambición y que, para lograr
este objetivo, no retrocede ante ninguna de las calamidades que arrastra en pos
de sí?
Lo más a menudo es que sea un instrumento de que se sirve
Dios para el cumplimiento de sus designios, y esas calamidades son a veces el medio
de hacer que un pueblo progrese más a prisa.
─ El que es instrumento de semejantes calamidades pasajeras
es extraño al bien que de ellas puede resultar, puesto que solo un objeto
personal se había propuesto; ¿le aprovechará, sin embargo, el tal bien?
Cada uno es recompensado según sus obras, el bien que ha
querido y la rectitud de sus intenciones.
Los espíritus encarnados tienen ocupaciones inherentes a su existencia corporal. En estado errante, o de desmaterialización, esas ocupaciones son proporcionadas a su grado de adelanto.
Los unos recorren los mundos, se instruyen y preparan para una nueva encarnación.
Otros más adelantados se ocupan del progreso, dirigiendo los acontecimientos y sugiriendo pensamientos propicios; asisten a los hombres de genio que contribuyen al adelanto de la humanidad.
Otros se encarnan con una misión de progreso.
Otros toman bajo su tutela a los individuos, familias, reuniones, ciudades y pueblos de los que son ángeles guardianes, genios protectores y espíritus familiares.
Otros, en fin, presiden a los fenómenos de la naturaleza, cuyos agentes directos son.
Los espíritus vulgares se mezclan en nuestras ocupaciones y diversiones.
Los espíritus impuros o imperfectos, esperan, entre angustias y tormentos, el momento en que le placerá a Dios procurarles los medios de progreso. Si hacen el mal, es por despecho del bien que no pueden aún gozar.